domingo, 1 de mayo de 2022

Los dioses nos quieren muertos

 NUEVA NOVELA DE LA SERIE SUEÑONAUTAS

EN AMAZON


Volumen III

LOS DIOSES NOS QUIEREN MUERTOS


Veinte años antes del presente en un restaurante francés.


Lo lamento, ya no nos queda ningún borgoña en la bodega –dijo apenado el sumiller. No hemos podido renovar la carta de vinos.
No importa –dijo Géraldine con indiferencia.
Puedo ofrecerles un Saint-Émilion grand cru. Tenemos un Château Lapelletrie 2648.
Buen año ¿Tú qué dices?
Bien –asintió Morgan.
¿Nunca te habló mi padre de mí?
¿Tú qué crees? –ironizó Morgan.
Me dejó abandonada en las garras de mi abuela y cuando murió mi padre me llevó a un internado de Quimper. Desde entonces sólo tuve noticias a través del servicio de la compañía minera. Le maldije en su día, pero ahora, bueno, mi enfado se ha ido con el tiempo aplacando –dijo Géraline.
Tu padre fue un ser excepcional –afirmó Eva.
Eso es una mentira piadosa.
Debes estar orgullosa de él –insistió.
¿Desde cuándo un robot da consejos?
Llevas razón, no debo –asintió Eva.
Yo no fui capaz de hacer lo que él. No debí dejarlo solo –dijo avergonzado Morgan.
No, la culpa fue mía, no supe proteger a tu padre. Estaba tan ocupada en combatir a esa bestia que descuidé partes vitales de mi propio cuerpo y en una de ellas estaba él. Lloré su pérdida como lo habría hecho tu madre –dijo Eva con el corazón roto.
Tú no tienes corazón. Te ruego que no te compares con mi madre. Ni ella ni él me hablaron de ti –dijo Géraldine.
Pero siempre contó conmigo, le consentía todos sus caprichos.
¿De qué tipo?
No viene al caso. Tienes que saber que sí te quería. Se le notaba cuando hablaba de ti. En más de una ocasión me pidió que adoptara tu aspecto; fantaseaba a menudo con tenerte cerca. Me decía que tenía que ser siempre tan adorable como tú y no mentía.
Mademoiselle... –interrumpió el sumiller.
Está bien, puede servir el vino –dijo Géraldine antes de proseguir.
Mi padre estaba genéticamente incapacitado para querer a una mujer. Ni siquiera mi madre fue capaz de despertar en él una atracción que no fuera únicamente física ¡Era tan promiscuo!
Nunca me engañó, bueno, sólo virtualmente –dijo Eva.
Apuesto a que te convertiste en su celestina.
¡Déjalo ya Géraldine! –protestó Morgan.
No se lo reproches, en cierto modo lleva razón –corrigió Eva.
¿A qué hora embarcas? –preguntó Morgan a Géraldine.
A las tres.
¡Brindemos! –Dijo Eva conciliadora.
Por una nueva vida –sugirió Morgan.

Géraldine aceptó con cierta desgana el brindis cuando un fino polvo blanco cayó sobre sus copas al igual que en los incontables restaurantes de la Tierra. Sus cubiertos comenzaron a tabletear, pero el hecho no pareció inquietarles demasiado. Lograron hacer chocar sus copas cuando el pequeño temblor aún no había cesado.

Por nuestra última noche en la Tierra. Mi vuelo despega a la una –dijo Morgan.
Yo hago escala en Marte –dijo Eva.
Todos la hacemos –dijo Géraldine.
¿Por qué no te vienes conmigo? Voy a Olistos con Eva. Nuestros aliados fractales nos acogerán mientras nos reorganizamos. Seremos bien recibidos.
Entonces ¿se acabó la minería?
Para siempre. Voy a enrolarme en el ejército con lo que quede del cuerpo onírico. Trabajaremos con nuestros aliados. Acabaremos con esas bestias. Se lo debo a tu padre y a toda la especie humana.






En la actualidad.

Tras la forzosa retirada de la Tierra por la derrota de las tropas oníricas y la de sus aliados fractales, la mayoría de los supervivientes fueron licenciados como Morgan y asignados a los nuevos asentamientos en planetas apartados y tranquilos mientras el mando de la flota superviviente trataba de orquestar desde Olistos un nuevo intento de liberar la Tierra de su kunsala, pero apenas si hubo tiempo, pues al cabo de pocos años llegaron noticias inquietantes que requerían una respuesta rápida. Las fronteras habían sido rebasadas. La situación era comprometida, pero la hija de Eugène aún albergaba esperanza, según supe más tarde.

El peor enemigo imaginable había despertado de su letargo y crecía sin pausa, se hacía cada vez más fuerte. Una parte del nife terrestre había sido asimilado. El kunsala, el feto de un diadón, se había convertido en una hormigonera planetaria y estaba devorando el núcleo terrestre a marchas forzadas transformándolo en una suerte de plasma que le permitiría ampliar y reforzar incesantemente el saco vitelino en el que esta criatura se gestaba. La superficie del planeta apenas notaba su transformación, la densidad global no había variado ostensiblemente, lo único observable era el incremento de terremotos así como erupciones catastróficas en zonas localizadas. Había que actuar sin dilación, pues el tiempo corría a su favor. Pronto ninguna fuerza del universo podría impedir su nacimiento, pero Géraldine, la hija del añorado Eugène, y el alto mando aún creían posible salvar la Tierra.

Los reservistas fueron llamados a filas y yo que creí que nunca llegaría de nuevo ese momento, también fui movilizado. Tuve que abandonar la granja que hacía diez años me asignaron y presentarme en la oficina de reclutamiento de Puerto Colón. Creí que nunca iba a llegar ese momento. Por fin tendría ocasión de vengar la muerte de Eugène. Prometí a su hija que lucharía esta vez hasta el fin. Era mi oportunidad y no la iba a dejar pasar. Ahora tendría que dejar mi granja y bajar al valle. Después de estos años me iba a dar un baño de multitudes en el mugriento Puerto Colón. Estaba harto de ser granjero. Prefería mil veces la minería con Eugène, mi añorado socio.

Pensé en presentarme en la oficina de reclutamiento con mi viejo jeep, pero lo tenía desmontado en mi establo. Aunque me encantaba, no había podido reunir ni tiempo ni dinero para este proyecto, pero me dije entonces que haría un esfuerzo para ponerlo a punto y darme un paseo por la ciudad para despedir esta tranquila aunque penosa etapa de mi vida. Estaba seguro de que esa antigualla atraería todas las miradas. El trabajo en la granja no daba más que para vivir al día. Tras la última guerra, el gobierno concedió a cada excombatiente cien hectáreas, un tractor y maquinaria básica para construir la vivienda y demás dependencias necesarias de una explotación. Durante los primeros años, recibimos una paga extra mensual para consolidar el asentamiento, pero después toda ayuda cesó y tan sólo mantuvimos una ridícula pensión en agradecimiento a los servicios prestados. Como muchos otros, no me casé ni tuve hijos y aunque lo hubiera intentado, no lo habría conseguido; no sabía cómo hacerlo; sería el peor marido y padre del mundo. Rara vez bajaba a Puerto Colón para buscar compañía femenina y tomarme todas las pintas que podía permitirme. Los garitos servían brebajes que te revolvían las tripas y te hacían vomitar hasta deshidratarte, pero a pesar de todo reincidía cada vez que bajaba. Añoraba las pintas de mi querida Irlanda ¡Joder! Cómo echaba de menos una buena scout cremosa en una barra del Temple escuchando la eterna Molly Malone; los Dubliners y por supuesto Arthur Guinness eran mis únicos referentes de culto.

Nada había sucedido en mi vida como esperaba. De joven, soñaba con una vida apasionante, con ganar peleas, ser admirado por todos y deseado por todas. Creía que todo el mundo estaba pendiente de mí y que todos necesitaban mi presencia. Si yo decía que había que hacer esto o lo otro, mis amigos lo hacían sin más. Todos me creían fuerte, fiable y amigo de mis amigos. Supongo que eso último era cierto. Antes de mi aventura minera, cuando dije que me alistaría en la fuerza aeroespacial, arrastré con mi alocada decisión a varios de mis mejores amigos. Los conduje al desastre. Un par de ellos cayeron en la batalla de las Planicies en una de las lunas de Kaldún. Después trabajé unos años en la United Research Corporation, el periodo más convulso y apasionante de mi vida. Con mi compañero Eugène y Eva, el robot fractal, viví momentos que marcaron mi existencia y el destino de la Tierra. Descubrimos a los diadones y sus kunsalas, devoradores de planetas, los combatimos sin tregua junto a nuestros sueñonautas. La Tierra hoy es un útero en el que se gesta una de esas terribles criaturas y su nacimiento será por cesárea.

Han pasado tantas cosas de las que me avergüenzo que sería prolijo enumerarlas, pero sobre todo no bajar con Eugène al núcleo terrestre. Lo dejé solo y no me lo he podido perdonar. Cuando me emborrachaba no paraba de entonar esta cantinela hasta que me echaban del bar. He defraudado a todos y sobre todo a mí mismo. Ahora no tengo a quién arrastrar, soy un don nadie, pero puede que esta vez tenga una segunda oportunidad de recuperar al menos mi autoestima. No hay excusa. Al menos encontraré un decoroso final luchando en la Tierra al mando de un pelotón suicida de novatos imberbes tan presuntuosos como yo lo era a su edad. Los protegeré como una madre a sus pollitos y tal vez así me convenza de que he saldado la deuda con mis muertos.

Una vez en Puerto Colón aparqué mi jeep molón convencido de que ya no lo volvería a coger. No había camino de vuelta y tras las primeras pintas sería más recomendable ir a pie a la oficina de alistamiento. Tenía cuarenta y ocho horas para cerrar esa etapa de mi vida y divertirme un rato. La ciudad se parecía más a un campamento de prospectores y cazafortunas que a una aseada ciudad con cosmódromo estelar. La calle principal estaba ocupada por tiendas de repuestos de todo tipo y bares con prostíbulos en las plantas superiores. No tenía un sitio preferido en el que emborracharme, los había visitado todos y ninguno me había llamado especialmente la atención. Sin pensármelo paré en el primer abrevadero que vi.

Tu cara me suena. Estoy segura de haberte visto por aquí− dijo la camarera.

- ¿Eso es bueno o malo? –dijo Morgan.

Depende de lo que busques.
Pasar el rato.
Entonces estás en el sitio apropiado.
Me lo imaginaba. Podemos quedar cuando acabes tu turno.
Para ti no estoy disponible. Te pongo una copa y te buscas a otra, guapo.
Entendido. Es una lástima, me gustabas.
Suelo causar esa impresión. Bueno, ¿qué va a ser?
Una Guinness por favor.
Mira guapo, no tengo tiempo para tonterías.
Entonces, una cerveza, la que te caiga peor.
Vale. Lo que tú digas –dijo la camarera dándole la espalda.
No le hagas caso, pasa de ella, amigo. Me llamo William Flores, pero todos me llaman Will –dijo el joven de la mesa de al lado ofreciéndole su mano.
Morgan –respondió con desgana el viejo granjero.
¿Qué es una guinness?
La mejor cerveza del universo.
¿Y qué la hace tan buena? –preguntó el muchacho tratando de entablar una conversación.
Es la única que ha sobrevivido nueve siglos, por algo será –dijo Morgan sin querer extenderse.
Lo que tú digas amigo, me gustaría probarla, pero ya he oído que no le suena ni a la camarera.
No se puede encontrar en esta mugrienta ciudad –dijo Morgan resignado.
¿Qué te trae a Puerto Colón? –dijo el muchacho.
Lo que a la mayoría, supongo.
Es una jodienda, ahora que las cosas aquí empezaban a funcionar nos llaman a filas. Nos dicen sin más que se acabaron las vacaciones ¿Puedo acompañarte? –pidió permiso William.
¿No si eres uno de esos que buscan clientes sin importar el sexo? –preguntó Morgan algo mosqueado.
Tranquilo, en la vida se me ocurriría dedicarme a lo que estás pensando. Sólo me aburría –respondió el muchacho.
Pues ya somos dos. Menudo destino turístico Puerto Colón –ironizó Morgan.
No es tan malo. Es verdad que no hay ningún resort, pero aquí al menos nadie te pide explicaciones. Te sientes libre.
¿Para qué? Aquí sólo se pueden hacer dos cosas: emborracharse y subirte una chica a la habitación y ambas cada vez se vuelven más penosas por la edad. Estoy harto de esta mierda –dijo Morgan.
Pues yo digo que los políticos vayan al frente y nos dejen vivir con esta mierda. ¿Dónde serviste en la última guerra? –quiso saber el muchacho.
Era un minero pero colaboré un tiempo con el cuerpo de sueñonautas.
¡Vaya! Estoy hablando con un héroe –dijo el joven de casi dos metros de estatura.
Más bien con un jodido cobarde –dijo Morgan compadeciéndose.
¿Dónde serviste?
Estuve en la Tierra, pero fui de los pocos que no participaron en la lucha final. Yo era un civil por entonces y me dieron la opción de abstenerme. Todos los que enviaron murieron en la batalla del kunsala. Sólo se salvó un robot llamado Eva. Yo debí acompañarlos, pero en el último momento no bajé con ellos al núcleo de la Tierra; aquello me sobrepasó. Mi compañero Eugène fue el verdadero héroe, ¿pero por qué te cuento todo esto joder? –dijo casi para sí.
¿Eugène? Entonces tú…tú debes de ser ese Morgan, su compañero, los primeros que se toparon con un diadón en Dédalo 5 ¡No puedo creerlo amigo! Es un honor conocerte. Nadie piensa que seas un cobarde. Déjame invitarte –dijo el jovenzuelo gigantón.
Olvida lo que he dicho muchacho ¡Hasta luego! –hizo un gesto de levantarse.
No te vayas, déjame acompañarte. No te molestaré más con mis preguntas. Estoy nervioso. A mí también me llaman a filas. Soy cartógrafo estelar.

Morgan lo miró de arriba abajo preguntándose cómo ese crío podía ser cartógrafo estelar. Nunca había conocido a uno tan joven. Seguramente le estaba mintiendo, pero su curiosidad le mantuvo sentado.

¿Dónde decías que servías? –preguntó Morgan simulando indiferencia.
No lo he dicho, pero no es un secreto. Estoy asignado al Beleroferonte.
¡Vaya! Ni más ni menos que a la nave insignia de la flota. Qué influencias habrás tenido que mover para un destino así. Todos los chavales de tu edad han soñado alguna vez con servir allí –dijo Morgan con creciente interés.
Háblame de ti viejo –dijo William cambiando de conversación.
Yo trabajé para una compañía prospectora que buscaba niobita y otros minerales estratégicos en varios planetas. Nunca he estado en el ejército y menos en una guerra. ¡Vaya! No sé que le han echado a esta cerveza, noto que se me aflojan las piernas.
Será la edad, no creo que pueda tumbarte una sola pinta.
¿Qué edad tienes chico?
Tengo más de los que aparento –respondió William.
¡Vaya! Ahora sólo mandan a viejos y a pipiolos. ¿Qué ha sido de la aguerrida infantería estelar?
Nosotros somos el futuro. Ha estallado la guerra final en la frontera y pipiolos como yo o viejos como tú somos lo único que queda por matar –dijo el muchacho inspirado por una madurez impropia de su edad.
¡Tomemos entonces otra copa! Yo invito –dijo cambiando su actitud el ex minero.
Gracias veterano, te la acepto.

El bar comenzó a llenarse con el ocaso de la segunda estrella. La orquesta comenzó a sonar entre el murmullo reinante y el ruido de las copas fortuito para dejar paso a los coros espontáneos y los silbidos de los enardecidos bebedores, producto de la ascendente euforia. No todos eran reclutas; también había un nutrido grupo de negociantes que tras echar el cierre a sus tiendas buscaban un poco de diversión en la inhóspita ciudad. Algún que otro policía militar se dejaba ver sobre las cabezas del resto. Algunos sobrepasaban la altura de William, eran tan corpulentos como duros y no se arredraban ni frente a un sueñonauta por muchos ojos que su insignia mostrara. Las chicas se dejaron ver entre los soldados y aspirantes ofreciéndose sin disimulo a todos los clientes y clientas del local. También algunos chicos ofrecían sus servicios a veteranos o veteranas indistintamente, a cualquiera que pudiera pagar. El sexo era la única actividad común en todos los mundos colonizados y un negocio más próspero que la minería.

Siempre he querido saber cómo funciona eso de viajar dormido. Nunca me he topado con un sueñonauta de verdad –dijo William.
Poco sé de eso, muchacho. Aparte del profundo sueño que te inducen y de unas náuseas de caballo, poco hay que contar.
¡Venga ya!
Cambiemos de tema –dijo Morgan dando un buen trago a su copa.
Como quieras. No te vuelvas. Hay un bomboncito que no para de mirarnos. De un momento a otro la tendremos aquí.
¿Una fulana? –preguntó Morgan.
Apuesta a que sí, aunque no parece de por aquí.
Hoy no, no es el día. Ya me han tomado antes por un salido y no pienso repetir la escena.
Cuando la veas, cambiarás de idea.

Morgan se giró intrigado y se quedó atónito.

Era una mujer inalcanzable, alguien que te quita el habla, un metro ochenta, delgada, largos brazos que se cimbreaban con tanta gracia al andar como sus marcados y turgentes pechos. Su blanca tez hizo pensar al muchacho que estaba frente a una princesa britana salida de un cuadro prerrafaelista, su rostro era de una belleza tal que ni la carita de Ofelia dormida bajo las aguas podría superarla. Su rostro de cierta edad reflejaba una belleza dura tallada por infelices recuerdos y su mirada era tan precisa y penetrante como dos haces de gravitones del Hécate II –pensó para sí el muchacho. Ninguna mujer le había causado hasta entonces una emoción tan intensa.

¡Géraldine! –exclamó Morgan sorprendido.
¿Os conocéis? –preguntó sorprendido William.
¿Cómo estás viejo?

Era preciosa, pero Morgan sólo la pudo mirar como a una de sus sobrinas. Era la hija de Eugène, su compañero de fatigas desaparecido en el centro de la Tierra en su lucha contra el kunsala, pero era evidente que Géraldine se había convertido en una mujer de rompe y rasga.

¿Qué haces por aquí? Este sitio no es para ti –dijo Morgan.
No ejerzas de padre, no te va el papel, ya tuve suficiente con uno –dijo Géraldine con cierta sorna.
¿Podrías presentarme? –preguntó William con cierto descaro.
No muchacho, pide otra copa y te vas, yo invito, camarero…
Pero…
Pero nada. No es tu tipo, chico –dijo Morgan cogiendo por el brazo a Géraldine para buscar la salida del local.
¿Quién era ése del que me has alejado con tanta brusquedad?
Nadie, pero si estás interesada, te lo presentaré. Antes dime, ¿cómo estás y a qué has venido?
Estoy aquí por ti. Hace veinte años que no sabía nada de tu vida. Para mí eres lo más parecido a una familia. Supe por el Cuerpo de Sueñonautas que te asignaron una granja en este planeta –dijo Géraldine con cierta amargura al constatar el estado de abandono físico de su tío adoptivo.
Yo también te he echado de menos, pero no creo que hayas gastado los ahorros de tu vida únicamente para verme.
Ya veo que sigues siendo tan cortante como siempre. ¡Menuda pareja hacíais tú y mi padre!
Sí, tenías que habernos visto discutir, pero nunca tuve un compañero como él ¡Dios! ¡Cómo le echo de menos! No hay día después de tantos años que no piense que le fallé cuando más me necesitaba.
Deja ya eso, a estas alturas eres el único que se lo reprocha. Yo nunca te lo eché en cara. La prueba es que he venido a buscarte. Si lo hubieses acompañado, ahora tampoco tú estarías vivo.
Tal vez hubiera sido mejor así.
¡Ya está bien de tonterías! ¡Deja de compadecerte! –cortó Géraldine.
Bueno, entonces no es una visita familiar ¿qué pasa? –preguntó intrigado Morgan.
Eva me envía. Quiere que estés a su lado. Se siente sola y muy confusa, aún no ha superado la pérdida de mi padre. Sus crisis no remiten. Necesita a alguien que le ayude a restablecer su equilibrio y todos hemos pensado en ti.
No me necesita. Nadie necesita a un trasto viejo como yo.
Te equivocas. Eres el único que puede sustituir a mi padre. Sus crisis de identidad son cada vez más peligrosas para ella misma y para los que la rodean. Te aseguro que sus despistes nos han puesto en más de una ocasión al borde del abismo. Ha incrementado sus poderes y no podemos controlarla. El Departamento de Sueñonáutica piensa que tú eres el único que podría hacerlo.
Pero me han movilizado para servir en infantería. Eso pone en el correo que recibí, lo raro es que debo presentarme en la oficina del departamento de sueñonáutica. –dijo Morgan.
No eres un soldado de infantería más, allí te tratarán con la dignidad de un consejero. Nos reuniremos en el Beleroferonte. En unas semanas estaremos preparados para regresar a la Tierra –dijo Géraldine.
La Tierra es una batalla perdida. No pudimos evitar que el kunsala se nos colase por el Mauna Loa y a estas alturas el feto puede haber reemplazado al núcleo, si no lo ha rebasado ya; supongo que ni siquiera podremos aterrizar, se habrá vuelto tan inestable como un balón de hidrógeno en la boca de un volcán. Además, apenas nos quedan sueñonautas. ¿Qué podemos hacer frente a ese demonio? ¿Mandarle unos críos como ése con el que acabo de hablar? –Ironizó Morgan.
Le mandaremos a Eva, todos esos críos y cinco nuevos maestros del sistema periódico. A lo mejor te sorprendemos –dijo Géraldine.
¿Qué? ¿De dónde los habéis sacado?
Eva los llamó y acudieron sin dudarlo –afirmó la hija de Eugène.
No me lo puedo creer. Van a arriesgar cinco unidades por un planeta de tres al cuarto. ¡Venga ya! Esos fractales son tan valiosos como escasos para arriesgarlos en un lío de tan poca monta. La Tierra ni siquiera forma parte del imperio fractal –aseguró Morgan.
Te equivocas. Para ellos somos lo más interesante que les ha ocurrido en millones de años. Nuestra tecnología del espíritu les ha atraído. Desde que captaron nuestras primeras ondas oníricas en Serun, no han dejado de observarnos y ahora que somos sus aliados han dejado de hacerlo a hurtadillas –dijo convencida Géraldine.
Dejémoslo así, pero mira en qué te has convertido. Te veo y no puedo creerlo, estás aún más hermosa que aquella última vez en la Tierra ¿te acuerdas?
Hace veinte años ya ¡Cómo pasa el tiempo! –exclamó Géraldine.
Si el loco de tu padre te viera ahora, lloraría de felicidad. A ese franchute sentimental se le pararía el corazón de alegría.
Bretón, no franchute, no sigas por ahí, viejo ¿Qué tal estás? Ha pasado mucho tiempo desde aquella cena en la Tierra.
Nada destacable desde entonces. Una vida aburrida en la granja y un insignificante cáncer de páncreas. Me queda apenas una semana para que sea irreversible.
No lo dejes pasar. Solo son cinco minutos en el quirófano.
No te preocupes. Será lo primero que haga al subir al Beleroferonte.
Ellos te están esperando aquí en el punto de reclutamiento. Te han preparado una cápsula de sueño.
¿Quién dirige la flota?
Ya lo conoces, el viejo y eterno almirante.
Creía que ya estaba tan licenciado como yo –bromeó Morgan.
Te aseguro que está en plena forma. No para. Tiene la energía de un chaval.

Entonces sorpresivamente apareció Flores con la intención de incorporarse a la conversación. La vergüenza no contuvo su osadía.

¿Qué haces aquí de nuevo muchacho? No te han enseñado modales –dijo Morgan algo contrariado.
Los justos para no hacerte caso y todos para hacer que tu amiga se sienta bien en mi presencia – dijo mirándola con cierto descaro.
Tranquilo Morgan, ya no soy una niña, sé cuidarme sola.
No lo dudo, en fin, me retiro, luego nos vemos, pero si éste te causa el más mínimo problema, llámame y tu tío le retorcerá el pescuezo con mucho gusto ¿Te has enterado nene?
No será necesario viejo, conmigo no tiene nada que temer. Te invito a una copa –dijo Will.
¡Vale chico! –exclamó Géraldine.
¡Así se habla! –repuso el muchacho sin dar crédito a su suerte.
¿Y tú de dónde sales? ¿Cómo conociste a este tozudo irlandés? –quiso saber Géraldine.
Lo acabo de conocer. Yo hablo con mucha gente y no tenía nada mejor que hacer. Parece que ese granjero es alguien importante para ti ¿Me lo cuentas?
¿Si te digo la verdad, me prometes que mantendrás tu palabra?
Claro mamita, soy todo oídos.
Tanto si te la digo como si no, sabes que podría ser tu madre.
¿Eso es un problema para ti?
Quizá lo sea para ti, chico. Bueno, la verdad te la tendrías que ganar. Pensándolo mejor hoy no, para ti, sólo seré tu tía que te llevará a la guardería. Dime dónde queda y te llevo, bueno, mejor te vas solo –dijo burlona Géraldine.
Espera, no te vayas tan pronto. Te debo una disculpa –dijo William cuando Géraldine hizo un gesto de irse.
¿Qué has dicho?
Digo que lo siento ¿Vale?
¿Por qué?
Por escuchar involuntariamente un fragmento de vuestra conversación –dijo Will.
¿Qué oíste?
Nada que pudiera avergonzarte.
¡Vaya con el jovencito chismoso! Tus padres no te advirtieron que eso puede ser peligroso.
Te pido de nuevo perdón. Ha sido un placer conocerte –dijo Will fingiendo una digna despedida.
No tan deprisa amigo. Has conseguido despertar mi interés –dijo Géraldine parándose en seco. Me debes una explicación.
Las que quieras –dijo Will.
Repito ¿Qué hacías ahí escuchando?
Te vuelvo a decir que fue casual. Te estaba mirando a ti, no he podido dejar de mirarte desde el primer instante que te vi. Lo que oí fue circunstancial ¡Por favor! Dime que no estás enfadada.
Lo dejaré de estar si me dices qué oíste.
Nada, tan solo un nombre suelto. Hablaste del Beleroferonte.
¿Y qué te dice ese nombre?
Es mi nave. Allí estoy destinado.
¡Vaya! No sabía que en la nave insignia había jovencitos como tú.
No tan joven, dentro de un ciclo cumpliré los treinta. Si quieres que tomemos esa copa, deja de tratarme como a un crío.
Imposible, no llegas ni a los veinte ¿A quién pretendes engañar?
Sé que aparento menos de treinta. Bueno, qué más da. Soy joven pero no un crío. Nadie que se va a jugar la vida lo es.
Tienes razón, toda la razón –asintió Géraldine abandonando por un momento su tono prepotente.
Permíteme un brindis ¡Por el Beleroferonte! –propuso William.
¡Por el Beleroferonte!
¿Realmente crees que vamos a ganar esta guerra? –se atrevió a preguntar William.
La vamos a ganar, apuesta a que sí, chico. Vamos a volver a la Tierra con todo lo que tengamos y le vamos a zurrar a ese okupa.
Si tú lo dices. Seguro que debes saber más que yo del asunto.
Escucha, no sé quién eres ni de dónde has salido. No pretendas más de este encuentro. Barrunto que te guardas algo que no soy capaz de detectar ahora, pero tarde o temprano sabré si realmente estás destinado al Beleroferonte. Si es verdad allí nos veremos –cortó Géraldine.
¿Eso es una segunda cita? –preguntó Will.
A esta primera no se le puede llamar cita. Es más bien un encontronazo ¿No crees?
Yo no lo veo así. Me gustaría saber algo más de ti –dijo Will.
¿Eres siempre tan curioso en tu primer encuentro? Apura tu copa, se me ha hecho tarde –se apresuró a decir Géraldine.
Es difícil mantener una conversación contigo. Cuando empiezas a relajarte, das un zarpazo ¿Has salido con muchos hombres?
Con muchos, pero no todos lo eran. Hasta la vista pipiolo.

Era preciosa. Su faldita se bamboleaba graciosamente al tiempo que sus brazos daban una lección gratuita de elegancia a todas las chicas del lugar, o al menos así lo creía William que la seguía sin dejar de admirar sus caderas y otras partes llamativas de su escultural cuerpo. En el fondo, no era más que un muchacho azorado frente a una hembra rotunda. Cuando la vio de lejos, pensó que era una profesional, pero ahora, a quemarropa, le parecía una diosa ajena a ese puerto polvoriento de segunda categoría. Géraldine se abrió paso por el abarrotado local hacia la salida y en dos segundos, a pesar de su altura, el joven William la perdió de vista.

Un aerodeslizador esperaba a la hija de Eugène en la puerta del local para conducirla al cosmódromo. Su piloto era un miembro del Comando Sueñonauta que lucía en su hombrera una insignia con un solo ojo. Rápidamente dio un brinco y subió al vehículo que arrancó dejando tras sí una estela polvorienta que hizo estornudar a los viandantes, incluido William que había salido del local para intentar tener otra oportunidad. Se maldijo una y mil veces por dejar escapar a la chica más deslumbrante de Puerto Colón.

- ¡Mierda, mierda, mierda! – exclamó lanzando su gorra contra el sucio cristal del ventanal del garito.

De vuelta al local, William Flores buscó a Morgan para sonsacarle información de esa mujer madura que lo había impresionado tanto. Sin embargo nada pudo conseguir pues parecía haberse esfumado también. De hecho, Morgan había repostado en varios garitos de camino a las instalaciones de la flota en el recinto del cosmódromo. Finalmente pudo llegar a pesar de su estado de embriaguez. Enseñó su pase y un fornido guardia le advirtió que no se desviara ni un metro de su ruta. Le costó llegar a su destino. Delante de la puerta se detuvo y se recompuso como pudo para dar una imagen adecuada a la situación.

¿Da usted su permiso? –preguntó Morgan golpeando suavemente la puerta.
Adelante –dijo el comandante del puesto que lo esperaba.
Colono Morgan Connelly asignado al Beleroferonte señor – dijo presentando el documento.
Ya veo, otro civil, déjeme ver –dijo el militar.
Así es señor, de momento.
Pues ha dejado en este mismo instante de serlo. No sé con quien habrá hablado pero su incorporación es prioritaria. La orden que tengo es la de tratarle como a un consejero adscrito al alto mando.
¿Está seguro señor? –preguntó Morgan incrédulo.
Completamente. Acompáñeme a la sala onírica por favor –dijo el comandante cambiando el tono militar por otro más cortés.

Allí había una docena de vainas vacías. Parecía que no habían sido usadas en años. Un escalofrío recorrió su cuerpo sólo con pensar que debería meterse de nuevo dentro de uno de esos sarcófagos. Sin embargo tuvo tiempo de hacerse a la idea. El chequeo médico y el papeleo duraron hasta bien entrada la tarde. Tuvo tiempo de eliminar el alcohol de sus venas y de vomitar un par de veces.

¡Dios! Siempre que veo esos chismes, se me revuelve el cuerpo. Prefiero un día en un caza que cinco minutos de náuseas en una de esas vainas –pensó.
¿Ha viajado alguna vez así? –preguntó el comandante.
Ya casi lo había olvidado. Hace veinte años que no he vuelto a sentir esa horrible sensación de que tu cuerpo se deshaga como un azucarillo en el agua ¿No podría evitarlo señor? Preferiría volar como la mayoría o acostarme como todos los días y despertar en el mismo lugar, en la misma cama. Los sueños deberían ser eso, sólo sueños –dijo Morgan con el cuerpo aún revuelto.
Debería estar orgulloso de que el mando haya elegido este medio que sólo está disponible para nuestro glorioso Cuerpo de Sueñonautas –dijo algo molesto el militar.
Disculpe mi comandante, no pretendía ser grosero. Sé que es un alto privilegio y como tal lo acepto, sólo que yo no creo que lo merezca –dijo intentando suavizar su anterior comentario.
Alguien tiene demasiada prisa en verle en el Beleroferonte. No se hable más. Entre ahí y cierre los ojos. Nosotros nos ocupamos de todo.
Como ordene señor –dijo Morgan resignado.

Fue un sueño corto, apenas cinco minutos. La tapa de otra vaina a unos cuantos millones de kilómetros de la primera se abrió y Morgan salió de ella encharcado en sudor y vómitos. Éste sin duda había sido su peor viaje, quizá porque había perdido la costumbre o porque nadie le recordó los protocolos básicos del viaje onírico. El caso es que no recordaba haberse sentido tan mal como en esta ocasión.

Bienvenido a la sala onírica del Beleroferonte. El almirante quiere verlo lo antes posible en el puente. –dijo Momo, un alto cargo onírico.
Tengo cáncer de páncreas, podrá verlo en el informe médico que imagino le habrán pasado de Puerto Colón. Me gustaría resolver este contratiempo señor.
Está bien, tómese media hora y arréglese para presentarse al almirante, tiene un aspecto horrible. Le aconsejo que no le haga esperar. No le gustaría verlo cabreado.
  • Descuide, no le daré ocasión –dijo Morgan.

viernes, 15 de abril de 2022

 










Los dioses nos quieren muertos constituye su quinta entrega de narrativa tras Escenas del bosque y otros cuentos (1979), Relatos de las siete esferas (1990), Sueñonauta (2012) y Las legiones de Morfeo (2014), novela precursora e inspiradora del nuevo trabajo. En esta ocasión, poderosas criaturas auto erigidas en dioses luchan sin cuartel en la galaxia y los humanos se ven inmersos en esta batalla ajena. La Tierra, abandonada a su suerte, incuba un feto de diadón que acabará con el planeta cuando eclosione. Para salvar la Tierra amenazada, los humanos han desarrollado una nueva forma de viaje galáctico, denominada sueñonáutica y cuentan con la ayuda de Eva, una poderosa robot de titanio y alma humana.




PRÓLOGO DEL AUTOR



He procurado que esta novela se explique a sí misma como ha de ser por otro lado sin necesidad de haber leído con anterioridad y por este orden Sueñonauta y Las legiones de Morfeo. Sin embargo para una mejor comprensión del marco global en el que se desarrolla esta trilogía he optado por acompañar a Los dioses nos quieren muertos de una galería de personajes e informaciones pertinentes de las tres obras que expliquen y propicien una lectura placentera de las mismas. Son en parte un mapa de referencia al que acudir para relanzar el disfrute de estas páginas.

Cuando escribí Sueñonauta en 1993 no pensé en prolongaciones ulteriores de la obra, sin embargo a su finalización supe que la historia no estaba cerrada, sino muy al contrario abría nuevos caminos para sus dos nuevas hermanas que llegarían en 2009 y 2020. Reconozco que me he tomado mi tiempo para este puñado de páginas, para alguien como yo tan inconstante, pero creo que tras Los dioses nos quieren muertos la historia ha llegado a su fin. También soy consciente de que el mundo que se despliega en esta trilogía está inspirado en los cuentos de Relatos de las siete esferas publicado en 1990. Dos de estos relatos aparecieron anteriormente en el librito Escenas del bosque y otros cuentos de 1979: A la búsqueda del Diadón y Primus. En ambos se esboza el enemigo a batir en Los dioses nos quieren muertos. Apareció en el primero como el águila del breve futuro que acabó con el ambicioso monje de la secta küll y posteriormente tomó el aspecto de Primus como el feto encubado en la Tierra utilizada como nodriza en el otro cuento. Primus, el Diadón y El gran compilador son tres nombres para recrear una criatura que amenazaría el universo aristotélico de las siete esferas y la Tierra.

La idea del sueño y de la sueñonaútica, otro eje fundamental comienza a esbozarse en El gran compilador, otra de las historias de Relatos de las siete esferas, un alter ego del Diadón como ya he sugerido, devorador de mundos y especialmente de sueños, capaz de contener en su estómago estrellas y la universal. Por su parte Eva, la robot fractal también tiene su antecedente en el relato Los vuelos de Crónox donde un androide que piensa en Basic toma un elixir y cae en un profundo sueño para despertar en una estantería de juguetes, pero Eva la robot de titanio líquida mejorada con una matriz fractal está muy lejos de parecerse a esta desafortunada y lastimosa criatura. Ella es un personaje clave para entender tanto Las legiones de Morfeo como Los dioses nos quieren muertos: telépata, manipuladora de la materia como cualquier fractal, creadora de anomalías temporales y ser atormentado por la duplicidad de su naturaleza, pues su fuerza es al mismo tiempo su debilidad.

De todas las especies protagonistas, los fractales son el cimiento que cohesiona esta trilogía. Tanto en Sueñonauta (1993) como en Las legiones de Morfeo (2009) y en Los dioses nos quieren muertos (2020) vertebran el hilo de la trama principal de esta trilogía. Se presentan como inofensivos tramoyistas en Sueñonauta, pero también como poderosos maestros del sistema periódico manipuladores de la materia y aliados de la raza humana en su lucha contra los diadones en las dos siguientes novelas.









miércoles, 12 de noviembre de 2014

Entrevista a Ángel Campos Martín-Mora realizada por Ana Noreiko.





Estudioso de la palabra y el pensamiento, nuestro escritor de hoy nos lleva a su mundo de elaborada fantasía en un coloquio que permitirá a nuestros lectores del género fantástico  conocer las raíces de su dedicación.
En la actualidad, ejerce como profesor de francés en un centro de enseñanza, destacándose por su apego al buen decir y la amenidad de sus exposiciones.
Nuestro autor se lanza con timidez y gran humildad a los intelectos de sus lectores ávidos de mundos y aventuras que mitigan los avatares cotidianos. No sólo lo hace a través de sus libros –de los que nos hablará él mismo- sino también a través de la publicación de diversos artículos periodísticos y su blog personal.


*¿Cómo fue su infancia? ¿Qué cosas lo atraían más? ¿Leía?
En los años sesenta, la vida de un niño de barrio de familia trabajadora transcurrió de forma tranquila, salvo por aquellas batallas que se saldaron con algún descalabro que otro. Aparte de jugar al fútbol, pringarnos de barro en días lluviosos, los chavales más inquietos y curiosos de entonces inventábamos nuestro ocio creando juguetes ante la escasez reinante. Recuerdo que con mi vecino, a los doce años, hicimos una radio con dos condensadores y un diodo en una cajetilla de cerillas, un auricular en un tubo de pastillas o un telégrafo de hilos para comunicarnos en morse en las largas y tediosas tardes de verano.
Recuerdo como si fuera ayer mis dos primeros libros que guardaba como tesoros únicos y leía con avidez: El último mohicano o Las Cruzadas fueron mis primeros viajes en el tiempo.
*Háblenos de su juventud, de sus estudios, de las cosas que más le gustaba hacer.
Para un chico de provincias, llegar al Madrid de los setenta fue abrir una puerta al gran mundo. En la Facultad de Filosofía y Letras hice amigos inolvidables, algunos de ellos llegarían posteriormente a ser famosos y protagonizarían la conocida movida madrileña como Santiago Auserón y su hermano Luis, creadores de Radio Futura. Por otra parte, mi especialidad en Historia Moderna y Contemporánea me permitió gracias a un amigo publicar lecciones en libros de Historia y Geografía para la editorial Santillana. Fue una época marcada por la lectura, la música y por las fiestas de juventud lejos del hogar paterno.
*¿Cuáles fueron sus lecturas preferidas en esa época? ¿Y ahora?
En los 70, inicié una época de dudas existenciales propias de un adolescente convulso e inquieto, me machacaba con lecturas tan amargas como las de Hesse, Kafka, Camus, Sartre y otros como Artaud, Deleuze, From o Freud. En Madrid, tuve contacto con la cultura anglosajona desde William Blake a Dylan Thomas y por supuesto con los americanos Kerouac, Ginsberg, Watts y Ferlinghetti entre otros.
Aunque soy un mal lector de poesía, lo último que ha pasado por mis manos es un poemario de Ray Bradbury y un librito de José Ángel Valente No amanece el cantor. Pero sin duda, las lecturas que más han influido en mi escritura son Ficciones El Aleph de Borges, los grandes maestros de la ciencia y la fantasía ficción tan clásicos como Clarke, Asimov, Heinlein, K. Dick, Simak, Vance o las magias elegantes de K. Le Guin o de Coelho, los europeos Santos, Andrevon y Lem y el imprescindible Tolkien por citar solo algunos, el cómic, en especial los héroes de la Marvel que devoraba con avidez en los años 70 y el cine de Ciencia Ficción y Fantasía desde Méliès hasta nuestros días. La última película de género que recuerdo con agrado es Pacific Rim de Guillermo del Toro.
*¿Cuándo  descubrió su vocación de escritor? ¿Viene genéticamente de familia?
Yo creo que el tedio de una España sumida en aquella dictadura zafia y triste fue lo que me impulsó a recrear mundos alternativos. Con catorce años y en plena guerra fría, escribí un breve guion premonitorio en el que rusos y americanos colaboraban juntos en una misión espacial de rescate, diez años antes de la caída del muro de Berlín.
En cuanto a su segunda pregunta, no sé si escribir es un ejercicio dictado por la genética. Mi madre escribía poemas en un cuadernito que aún conservo y su hermano, mi querido tío Juan Martín-Mora es autor de dos novelas de éxito.
*¿Cuándo comenzó formalmente a escribir? ¿Recuerda sus primeros pasos en este quehacer?
En 1979 publiqué Escenas del bosque y otros cuentos, un librito de cuentos que me animó a escribir con más determinación la siguiente obra Relatos de las siete esferas: once cuentos de ciencia ficción con sus correspondientes ilustraciones de autor que fue publicado por una editorial institucional. La buena acogida de este libro me llevó a su presentación formal en España, y en el extranjero tuve el honor de hacer otro tanto en el Instituto de Cultura Hispánica de Brasilia. Aunque el libro está descatalogado, aún se puede conseguir en librerías de Madrid como la de Gulliver o Las tres rosas amarillas y leer en bibliotecas públicas de España y el extranjero, como la del Instituto Cervantes de Nueva York. Por otro lado, la irrupción de internet me lanzó como a muchos otros escritores a publicar cuentos hacia el final de los años 90 en diferentes sitios web del fandom. Mi primera novela Sueñonauta la publiqué en Realidad Cero, la página del mejicano Gabriel Benítez. Posteriormente la obra viajó a la Biblioteca Nacional de Méjico. Al inicio de la década pasada, recibí una propuesta para publicar un par de cuentos en una colección de ciencia ficción que preparaba Eduardo J. Carletti para la editorial Colihue, desgraciadamente el proyecto, que yo sepa, no se llevó a cabo debido a las dificultades económicas por las que atravesaba la Argentina en aquellos momentos.
*¿Qué géneros aborda?
Aparte de las publicaciones profesionales que no procede aquí detallar, creo que mis libros tienen como denominador común la filosofía, la ciencia ficción y la narrativa fantástica. Muchos de los cuentos se desarrollan en un universo regido por la  mecánica aristotélica y las dos novelas son hijas de un único universo habitado por tres especies inteligentes: humanos, fractales y diadones. La aventura y la acción trepidante vertebran estas narraciones que en definitiva  constituyen una única space opera.
*¿Tiene preferencia por algunos temas en particular?
Los viajes espaciales, el choque de culturas como motor de historias y los sueños que profundizan en la naturaleza y perplejidad del ser humano constituyen la temática básica de los relatos.
*¿Cuántos libros ha escrito hasta ahora?
Como autor único, cinco, uno de ellos es una traducción francés-español  para la editorial Magisterio Español y en colaboración con otros autores cinco o seis. Mis trabajos a día de hoy han sido reseñados en dos enciclopedias y en una novela de Pepe Monteserín.
*Veo que hace periodismo entre otras cosas. Cuéntenos sobre ello.
En los 80 fui columnista en revistas como Mancha en la sección de televisión y firmé algún artículo de opinión en Bisagra. Después de una larguísima pausa interrumpida por reseñas de trabajos de observación astronómica en la revista catalana  Astrum y en el Instituto Geodésico e Hidrográfico de Tokio, pues soy astrónomo aficionado, reanudé mis intervenciones en prensa escrita y digital en 2010. La vuelta fue totalmente accidental. Tras visionar en 2009 la película Origen, titulada Inception en otros países, constaté que la película de Christopher Nolan presentaba al menos 21 elementos narrativos similares con mi novela registrada en 1993. Convencido de que Sueñonauta había sido una de las fuentes inspiradoras de la película junto a Paprika del japonés Yasutaka Tsutsui, pasé a informar de esta circunstancia en periódicos como La Vanguardia, Libération y Le Figaro. Por otra parte, la crisis económica en mi país me condujo a expresar mis opiniones en las secciones de Cartas al Director de los principales periódicos de mi país, El Mundo, El País, La Vanguardia…
*Como docente universitario –muy querido por cierto– ¿le pregunto qué significa para usted escribir?
Agradezco el comentario de “muy querido”. En cuanto a la docencia universitaria, tengo que decir que solo soy un humilde catedrático de francés de enseñanza secundaria, aunque bien es verdad que he trabajado para la universidad como miembro de tribunal y tutor de futuros profesores.
A su segunda pregunta, he de responder que escribir es sin duda para mí vivir los mundos que nadie me ofrecerá.

*¿Qué nos puede contar de su último libro que acaba de salir a las librerías con mucho éxito según me cuentan?
Es cierto que Las legiones de Morfeo ha iniciado su andadura con muy buen pie. Es ya su cuarto día en el TOP 100 de los libros de ciencia ficción más vendidos en Amazon, al menos es lo que asegura la fuente adquisitio.es. Espero que pueda superar pronto a Sueñonauta que lleva ya quince días en el top.
La nueva novela es la continuación de su predecesora Sueñonautasi bien ambas obras tienen desarrollos independientes y pueden por tanto ser leídas por separado. Las legiones de Morfeo es en cierto modo una epopeya protagonizada por dos exomineros, un robot de última generación llamado Eva y por legiones de sueñonautas que defenderán nuestra supervivencia frente a poderosos enemigos. La sueñonáutica se propone en la novela como vía de conocimiento del ser humano y un arma poderosa gracias a la tecnología del espíritu desarrollada por los hombres en un futuro muy lejano. He pretendido y ojalá lo haya conseguido que mi novela tenga un  ritmo fílmico para que el lector en la medida de lo posible sea también espectador. De hecho, siempre que escribo trato de visionar y estructurar la historia como lo haría, según mi entender, un director de cine.
*¿Qué siente cuando termina de escribir un libro y luego llegan a sus manos las pruebas de galera?
En general curiosidad y responsabilidad, más aún en las ocasiones en que he sido mi propio editor. Es realmente difícil corregir unas pruebas cuando el autor es a su vez editor. Creo que los autores tienden  a leerse mentalmente y yo al menos me he leído y releído muchas veces con absoluta desconfianza de mi función como corrector. Lo que sí he disfrutado es la realización de la portada y contraportada del libro.
*¿Qué opina de las editoriales en general?
Que siguen siendo necesarias para la difusión de la cultura, tanto como las librerías físicas. Aunque actualmente estas últimas experimenten dificultades para competir con gigantes como Amazon o Barnes and Noble, creo que sobrevivirán en sus parcelas de negocio si lo hacen bien.
*¿Y de la suya?
Mi editorial funciona en espacios físicos limitados por falta de una red profesional de distribución, aun así, estoy moderadamente satisfecho teniendo en cuenta los medios de que dispongo, pero estoy altamente complacido por la difusión y aceptación que mis dos últimos libros han tenido y tienen en la red, sobre todo en Amazon.
*Intimando un poco más ¿cómo es el lugar en que escribe?
Mi lugar está habitualmente allí donde se encuentra mi ordenador portátil y claro, con mis libros en lo posible cerca como poderoso fetiche inspirador. Cuando escribía a mano corregía tanto que llegaba a ser incomprensible, incluso para mí. La máquina de escribir fue un alivio aunque no definitivo y cuando dispuse de mi primer ordenador, dejé por fin atrás la pesadilla del borrón  y tachón.
*¿Necesita crear un ambiente especial con música, café y un cenicero humeante?
No fumo, el café me perjudica y no encuentro nada imprescindible para sentarme a escribir. En general prefiero el silencio para oírme sin interferencias.
*¿Qué opina del libro digital con respecto al impreso?
Amo el libro impreso. Aunque sea un tópico, me encanta tocarlo, olerlo, hojearlo y mirarlo en la estantería una vez leído o escrito. Últimamente he leído un libro digital y  he de decir que la experiencia ha sido también satisfactoria. De hecho, Sueñonauta también puede leerse en el dispositivo Kindle.
*Supongo que ya tiene otro proyecto entre manos. ¿Nos contaría algo sobre él?
Hace tiempo que lo inicié. Pretende ser la tercera entrega de la saga  Sueñonautas, pero no puedo avanzar gran cosa, hay demasiadas líneas abiertas. Por otra parte, trabajo con lentitud y no quiero matar una buena historia por precipitación.
*Si le pido definir cómo es su mundo ¿qué me diría?
Mi mundo literario lo define muy bien el título de mi conferencia en Brasilia:
La ficción, la más imaginativa realidad.
*Siempre termino mis reportajes solicitándole al entrevistado que se exprese sobre lo que quisiera decirnos y yo no haya preguntado.
Solamente agradecerle su entrevista y proponer a algún lector que desee saber algo más una visita al blog oficial Ángel Campos Martín-Mora. Relatos fantásticos y otros textos.
La agradecida soy yo y con seguridad los lectores. Sólo me resta desearle grandes éxitos.

Semblanza del autor en author central amazon

Ángel Campos Martín-Mora es un escritor español nacido en Ciudad Real en 1955. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Es catedrático de Francés en un instituto de enseñanza secundaria. Es miembro de la Agrupación Astronómica de Ciudad Real, grupo especializado en ocultaciones de estrellas rasantes por la Luna. Entre sus publicaciones destacan:

-Escenas del bosque y otros cuentos. Edición de autor. Ciudad Real 1979. ISBN 843001697X.

-Relatos de las siete esferas. Prólogo de Román Serrano López. Biblioteca de autores y temas manchegos. Colección Ojo de pez, nº XIV. Edita el área de cultura de la Diputación Provincial de Ciudad Real.Ciudad Real 1990.

-Sueñonauta y otros relatos, vol I de la saga sueñonautas. 143 páginas Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform 2012.

-Las legiones de Morfeo, vol.II de la saga Sueñonautas CreateSpace Independent Publishing Platform 2014.

- Los dioses nos quieren muertos, vol III. Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform 2022.

-Referencias bibliográficas del autor y su obra:

-VV. AA. La provincia de Ciudad Real III. Arte y cultura. Biblioteca de autores y temas manchegos. Edita el área de cultura de la Diputación provincial de Ciudad Real. CR. 1992. 521 páginas, p. 397. ISBN 8477890323.

-Francisco Gómez Porro.La tierra iluminada: Un diccionario literario de Castilla la Mancha‎.Vol. I. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo 2003, pp 162, 163. ISBN 8477882851.

-Monteserín, Pepe.La conferencia: el plagio sostenible. Ed. Lengua de trapo. Madrid 2006, pp 313, 333 y 345.Premio de Ensayo Juan Gil Albert. XXIII. Edición Premios Literarios Ciudad de Valencia. ISBN 8496080706.

-Otras publicaciones de carácter profesional para las editoriales Magisterio Español, Santillana y Ediciones Santa María de Alarcos. -Ha publicado en la sección de cartas a la prensa de El País, El Mundo, La Vanguardia, El Periódico de Extremadura, La Opinión de Málaga, Gente, Diario de Córdoba, Diario de Jaén, Atlántico Diario, La Región de Ourense, Le Figaro y Écrans de Libération entre otros.










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Ángel Campos Martín-Mora es un escritor español nacido en Ciudad Real en 1955. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Es catedrático de Francés en un instituto de enseñanza secundaria. Es miembro de la Agrupación Astronómica de Ciudad Real, grupo especializado en ocultaciones de estrellas rasantes por la Luna. Entre sus publicaciones destacan:

-Escenas del bosque y otros cuentos. Edición de autor. Ciudad Real 1979. ISBN 843001697X.

-Relatos de las siete esferas. Prólogo de Román Serrano López. Biblioteca de autores y temas manchegos. Colección Ojo de pez, nº XIV. Edita el área de cultura de la Diputación Provincial de Ciudad Real.Ciudad Real 1990.

-Sueñonauta y otros relatos, vol I de la saga sueñonautas. 143 páginas Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform 2012.

-Las legiones de Morfeo, vol.II de la saga Sueñonautas CreateSpace Independent Publishing Platform 2014.

- Los dioses nos quieren muertos, vol III. Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform 2022.

-Referencias bibliográficas del autor y su obra:

-VV. AA. La provincia de Ciudad Real III. Arte y cultura. Biblioteca de autores y temas manchegos. Edita el área de cultura de la Diputación provincial de Ciudad Real. CR. 1992. 521 páginas, p. 397. ISBN 8477890323.

-Francisco Gómez Porro.La tierra iluminada: Un diccionario literario de Castilla la Mancha‎.Vol. I. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo 2003, pp 162, 163. ISBN 8477882851.

-Monteserín, Pepe.La conferencia: el plagio sostenible. Ed. Lengua de trapo. Madrid 2006, pp 313, 333 y 345.Premio de Ensayo Juan Gil Albert. XXIII. Edición Premios Literarios Ciudad de Valencia. ISBN 8496080706.

-Otras publicaciones de carácter profesional para las editoriales Magisterio Español, Santillana y Ediciones Santa María de Alarcos. -Ha publicado en la sección de cartas a la prensa de El País, El Mundo, La Vanguardia, El Periódico de Extremadura, La Opinión de Málaga, Gente, Diario de Córdoba, Diario de Jaén, Atlántico Diario, La Región de Ourense, Le Figaro y Écrans de Libération entre otros.