sábado, 18 de abril de 2009

Monografías de Ángel Campos

ASTRONOMÍA Y NAVEGACIÓN EN LOS SIGLOS XVI y XVII.
Ártículo publicado en el libro de varios autores titulado
Cynthiae figuras aemulatur mater amorum. Ciudad Real 2009.
Nº 5 de la colección de Ediciones Sta. Mª de Alarcos. ISBN: 978-84-692-1115-1.















ASTRONOMÍA Y NAVEGACIÓN EN LOS SIGLOS XVI y XVII


Los conocimientos náuticos y astronómicos de la Antigüedad fueron transmitidos en gran medida por los árabes a Occidente. El Mediterráneo y sus reinos fueron escenario y crisol en los que se fraguó el arte náutico medieval, basado en las tradiciones aristotélica y ptolemaica y en técnicas e instrumentos como la observación del firmamento, la elaboración de portulanos y derroteros, el cuadrante náutico, la aguja de marear o el astrolabio, entre otros. Sin embargo, la navegación de cabotaje que se practicaba se llevaba a cabo con escasos medios. Los marinos de la época no buscaban la precisión en sus elementales cálculos y adoptaban una navegación a la estima en la que los errores de rumbo no eran decisivos al no alejarse en exceso de las costas. A pesar de ello, a finales del siglo XII y a lo largo del siglo XIII, surgen obras en las que los conocimientos astronómicos adquieren un papel relevante. Al tiempo que conviven tradiciones como la teoría de la Tierra plana (1)y la idea de la esfericidad terrestre sostenida por Ptolomeo, aparecen nuevas obras como el Compasso da navigare a finales del siglo XIII, se recuperan los trabajos de Azarquiel (2), se gesta el legado de Alfonso X [Libros del saber de astronomía], se difunden el Atlas catalán de los Cresques (3)y el Tractatus sphaerae de Johannes de Sacrobosco (4); contribuciones que serán el referente a partir del cual se construirán los conocimientos náuticos del siglo XVI. La era de grandes descubrimientos iniciada a partir del siglo XV hizo necesario el empleo de técnicas de navegación sustentadas en conocimientos científicos que hicieran posible, entre otras, la travesía atlántica. Se pasó entonces de una navegación basada en la estima del rumbo a otra del mismo cuño pero en la que era ya posible determinar la latitud.

LOS INSTRUMENTOS DE NAVEGACIÓN

Entre los siglos XIII y XV, se aprecia un creciente interés por la Astronomía, aunque continúa relegada al círculo de sabios y es escasamente utilizada por los marinos. Aun así, los navegantes incorporaron paulatinamente en su práctica la observación del firmamento; pero no fue hasta el último cuarto del siglo XV cuando se utilizó de manera recurrente la observación de la estrella polar o el Sol para determinar la latitud. El desarrollo de esta técnica se produce en pleno proceso de exploración de las costas africanas por los portugueses iniciada con la conquista de Ceuta en 1415. El procedimiento se basaba en la medición de la altura de los cuerpos celestes sobre el horizonte en su paso meridiano (5) con instrumentos tan sencillos como un cuadrante. Básicamente era un cuarto de círculo graduado de 0º a 90º. Mediante unas pínulas situadas en el radio del círculo, el observador apuntaba al astro elegido y una plomada fijada al vértice del cuadrante marcaba entonces su altura. Así, cuando se fijaba la posición de la estrella polar, la plomada indicaba con notable aproximación la latitud del observador. Sin embargo, la medición de las alturas se hacía extremadamente difícil debido a la oscilación de la plomada en el mar. Para adaptar el cuadrante de alturas a su uso náutico [figura I] se llegó a utilizar como plomada una barra metálica. Con posterioridad, en 1595, un capitán inglés llamado John Davis dividió el cuadrante en dos sectores circulares de 30º y 60º respectivamente, dispuestos sobre un centro común, como muestra la figura II. Aunque el cuadrante de Davis o “cuadrante inglés” fue el sustituto natural del cuadrante de alturas, los defectos de diseño le conferían un margen de fiabilidad entre 15 y 20 minutos de arco, lo cual suponía un error del orden de 15 a 20 millas náuticas. En su favor, disponía de una escala graduada muy precisa y podía tomar medidas hasta el mismo cenit.
















Fig. I. Cuadrante náutico.












Fig. II. Cuadrante de Davis.


Más utilizados por los marinos medievales que los cuadrantes de altura fueron los portulanos, cartas náuticas que tuvieron su origen en la zona de Mallorca y en los puertos italianos. La más antigua llegada hasta nosotros aunque en mal estado de conservación es la “carta pisana”, hacia los últimos años del siglo XIII. Los portulanos, como el de la figura III, indicaban los puertos y accidentes geográficos costeros más destacados, los puntos de escala y las distancias entre ellos. Posteriormente, se les incorporó una rosa de los vientos y una red de líneas de rumbos o loxodromias que establecían rutas marinas. Estas cartas presentaban ostensibles errores, incluso tras la aplicación del sistema de proyección cartográfica de Mercator (6), pero a pesar de sus limitaciones, fueron muy utilizados en el siglo XVI para navegar por el Mediterráneo, parte de las costas de África y zonas del norte de Europa. Los marinos fijaban el rumbo ayudándose de la red de loxodromias y de la aguja de marear sin la cual estos mapas serían de poca ayuda.










Fig. III. Portulano.

De orígenes poco claros, la aguja de marear fue el principal instrumento de navegación de los marinos medievales. De su existencia tenemos noticias a través de los testimonios de Alexander Neckam, un sabio inglés que en 1180 mencionó su empleo y de un ingeniero de la armada francesa, Petrus Peregrinus, quien en 1269 describió el procedimiento de imantar el hierro al frotarlo con la calamita (7). En el siglo XIII, la aguja imantada ya era utilizada por navegantes como lo atestigua el siguiente texto:

Y bien así como los marineros se guían en la noche oscura por la aguja, que es medianera entre la estrella y la piedra, y les muestran donde van, tanto en los buenos tiempos como en los malos… (8)

En sus primeras versiones, la aguja de marear no era más que un pequeño montón de magnetita en polvo dispuesto en forma alargada o una aguja imantada que flotaba gracias a un corcho en un recipiente de agua. A principios del siglo XIV, la aguja fue montada sobre un eje y contaba ya con una rosa de los vientos de treinta y dos puntas pegada sobre un círculo. De este modo, el rumbo podía estimarse con relativa precisión, puesto que entre punta y punta median 11º 25’. El instrumento sufrió a lo largo del tiempo diversas transformaciones, pero no se puede hablar de una versión razonablemente satisfactoria del mismo antes de la aparición en 1514 de un tratado de diez capítulos atribuido a João de Lisboa. Sin embargo, los marinos medievales dieron por buena la marcación del norte por la aguja, sin ser conscientes del fenómeno de la variación o declinación magnética (9) que presentaba valores distintos para cada lugar, tal vez porque en el Mediterráneo este error no era muy destacable. En cualquier caso, el efecto de la declinación magnética podía desviar el rumbo de las naves bastantes grados en las grandes travesías de finales del siglo XV, especialmente en la atlántica como Colón o Pedro Nunes advirtieron. Los marinos creyeron indispensable disponer de valores fiables de declinación para una navegación de altura. A tal fin, se inició la tarea de fijar las desviaciones que se daban en distintos puertos e incorporarlas a los mapas. Uno de los intentos llevó al cosmógrafo Alonso Santa Cruz en 1530 a referir en una carta diversos valores de declinación magnética asociados a meridianos; era obvio que los navegantes de la época aún no eran del todo conscientes de la variación magnética con la latitud ni con el transcurso del tiempo. Finalmente se optó por comparar, para cada día de travesía, la desviación en la alineación de la aguja con la estrella polar, la Cruz del Sur o el mismo Sol en su tránsito meridiano. De este desafío se hace eco el tratado de Martín Cortés de Albacar (10), donde se presenta una teoría del magnetismo terrestre que definió al polo magnético como “punto atractivo”. Sin embargo, este fenómeno no fue tenido en cuenta por otros cosmógrafos como Fernández de Enciso (11). .Simultáneamente al desarrollo de la teoría del magnetismo terrestre, se concibieron instrumentos de relativa precisión para determinar dicha variación. Todas estas prácticas para determinar los polos geográficos y magnéticos darían lugar al establecimiento de los regimientos (12) del Norte y del Sol, así como al cálculo del Polo Sur mediante la alineación de las estrellas α-γ de la Cruz del Sur.

El astrolabio (13) fue un instrumento más versátil que el cuadrante de alturas, ya que podía determinar la latitud y la hora del lugar de observación. Se cree que los griegos lo inventaron (14)y los árabes lo difundieron y perfeccionaron. El tratado del astrolabio más antiguo conocido es el de Massahala, fechado entre los siglos VIII y IX. Los navegantes medievales conocieron dos versiones del mismo: una plana y otra esférica. Esta última, conocida también como esfera armilar, era básicamente una esfera de metal sobre la que se instalaba un casquete hemisférico y sobre él se disponía un arco de latón con pínulas en sus extremos para fijar los astros. Contaba con un círculo meridiano principal, otro que establecía la línea del horizonte, así como los que definían el plano de la Eclíptica, el Ecuador celeste y los círculos de Cáncer y Capricornio, entre otros. Esta versión no se adaptó muy bien a las prácticas náuticas debido a su excesivo volumen y peso. Sin embargo, la variante plana del astrolabio náutico [figura V], gozó de una amplia difusión entre los navegantes debido a su sencillez y maniobrabilidad. En esencia, esta variante plana solía ser un disco de cobre, bronce, latón, incluso de madera













Fig. V. Astrolabio náutico.

que disponía de una anilla para ser colgado y garantizar así su necesaria verticalidad. El disco estaba atravesado por dos diámetros: uno marcaba la línea del horizonte y el otro el eje cenit-nadir. De esta manera, el círculo quedaba dividido en cuatro sectores de 90º grados cada uno, aunque generalmente la graduación no se completaba. Sobre el círculo, se montaba una alidada giratoria ajustada al centro que disponía de dos pínulas con las que se fijaba la posición del astro. Para facilitar su uso en el mar, se optó por acumular más masa en su base para asegurar su estabilidad y contrarrestar de este modo los efectos del viento y el movimiento de la nave por el mar. El valor 0º se daba al diámetro que marcaba la línea del horizonte y los 90º al cenit, aunque los portugueses invirtieron estos valores haciendo que la alidada marcase entonces alturas cenitales. De su vigencia da fe el siguiente texto de finales del siglo XVI (15):

El que quiera tomar el sol con el astrolabio en la mar, se asentará y pondrá cerca del mástil mayor, que es donde la nave da menos vaivenes y está más quieta, y colgando el dedo segundo de la mano derecha de su anillo, pondrá el rostro y el astrolabio frontero del sol derechamente y conocerá que está por la sombrea que el sol, y alzará o bajará el penicidio [alidada] hasta que entre el sol por los dos agujeros de las pínulas y estando así tomará del astrolabio los grados que muestre la punta del penicidio, y hará por ellos las cuentas según las reglas.

Su hermano mayor, el astrolabio astronómico, de mayor complejidad, evolucionó con la incorporación de círculos y ábacos que potenciaron su capacidad de cálculo. Su constante perfeccionamiento hizo de él un instrumento que permaneció vigente hasta la aparición del sextante.

El nocturlabio (16), una variante de astrolabio, era un reloj astronómico fabricado en latón que medía el tiempo generalmente en relación a la estrella polar, la α y la β de la Osa Mayor o la Cochab (β Ursae Minoris). Estaba formado por una serie de círculos concéntricos que giraban libremente en torno a un anillo central. Un primer disco señalaba los doce meses del año, un segundo marcaba los signos del Zodiaco con treinta divisiones por cada uno y un tercero, en forma de rueda dentada, solía contar con dieciocho pasos, ya que era el máximo número de horas que las estrellas circumpolares podían observarse en las noches por encima de los 60º latitud norte. Lo completaba una alidada, recta al menos por el lado cuyo filo se alineaba con la estrella o estrellas de referencia. Para la toma del tiempo (17) , se orientaba el instrumento al norte, fijando la estrella polar a través del orificio central y se procuraba su verticalidad suspendiéndolo de una anilla. Algunos modelos apenas si erraban entre cinco y diez minutos.

La ballestilla fue uno de los instrumentos más utilizados en la navegación a partir de la primera mitad del siglo XVI, aunque ya era conocido en tiempos de Colón (18). Construida en madera, era relativamente ligera y de fácil uso. Estaba compuesta por dos piezas: una vara larga llamada radio, virote, verga o simplemente regla y otra más corta nombrada transversario, sonaja, martinete, franja o martillo. Esta última tenía en su centro un orificio con una sección por la que podía discurrir sin holgura el radio de forma perpendicular. El observador aproximaba el ojo al extremo del radio que disponía de una escala y deslizaba entonces el transversario hasta que su extremo inferior se correspondía con la línea de horizonte y el superior con el astro elegido. Un juego de sonajas de diferentes longitudes como el de la figura VI se incorporaba a la ballestilla, pues eran necesarias en función del ángulo medido y evitaban el deslumbramiento cuando se miraba al Sol de frente, al tiempo que servían para fijar su posición cuando se miraba de espaldas. El defecto de diseño fundamental era la determinación de la escala, ya que la graduación no iba más allá de los 20º y por encima de los 60º las marcas estarían tan próximas unas de otras que el error de lectura sería inevitable.













Fig.VI. Ballestilla

Un elemento fundamental en la navegación, que no siempre fue tenido en consideración por los marinos, fue la determinación de la hora. A tal fin, se tenía en cuenta tanto las mareas, y por tanto las fases de la Luna, como la práctica denominada “establecimiento del puerto”. Ya un manuscrito del siglo XIII (19) refiere este procedimiento. El tiempo cero lo marcaba el inicio de la primera pleamar en el puerto de referencia tras la luna nueva. Sobre una rosa de los vientos de treinta y dos puntas, se extrapolaba el desplazamiento diario de la Luna teniendo en cuenta la hora tomada en el puerto de referencia. Al dividir las treinta y dos cuartas de rumbo de la rosa de los vientos por veinticuatro horas, se obtenía el valor de 45’ por cada cuarta. En la práctica, la medición del tiempo con exactitud no era una prioridad para los pilotos. De hecho, la mayoría de ellos se contentaba con establecer periodos relativos para el cómputo de la jornada a bordo con expresiones como “cuarto de modorra” o “cuarto del alba”.

Los relojes a bordo de las naves en los siglos XVI y XVII eran, antes de la invención del cronómetro, instrumentos poco fiables en el mar. La distancia recorrida por un buque se estimaba mediante la ampolleta o reloj de arena y la corredera de barquilla, invención atribuida a William Bourne, de la que tenemos noticias de su existencia en 1577 (20). Consistía en una tabla de madera, denominada barquilla, que se largaba por la borda del buque atada a una cuerda con nudos espaciados regularmente. Se contaban los nudos largados durante, generalmente, treinta segundos medidos con la ampolleta. Se procuraba que el espacio entre nudo y nudo se correspondiera para un fácil cómputo con una milla náutica, a pesar de que el valor de esta unidad no fue fijado con exactitud hasta mediados del siglo XVIII. Esta práctica inspiró posteriormente la denominación de la medida náutica del nudo. El procedimiento descrito fue uno de los burdos intentos para determinar la longitud, problema irresoluble para la navegación hasta el siglo XVIII. De hecho, la precariedad del cálculo empujaba a la mayoría de los pilotos a estimar la velocidad del barco por el conocimiento de los vientos, las corrientes marinas y, en definitiva, por la experiencia que cada cual tenía del arte de navegar.

LA NAVEGACIÓN POR EL MÉTODO DE LA ALTURA-DISTANCIA

Los pilotos desarrollaron un método que consistía en comparar la altura de la estrella polar, en su tránsito meridiano en el punto de observación, con la altura correspondiente obtenida en Lisboa, convertida en punto de referencia para los navegantes de la época. Así, la diferencia angular resultante entre los respectivos paralelos se transformaba en la distancia en leguas que separaban ambos puntos.

En el Libro de las longitudes de Alonso de Santa Cruz de mediados del siglo XVI, en el capítulo que enseña la segunda manera de establecer distancias entre dos puntos por medio de la longitud, se propone un ejemplo explícito del método de altura-distancia, representado en la figura VII.


















Fig. VII. Gráfico del Libro de las longitudes.

El cálculo de la longitud existente entre las dos islas [Hierro y Deseada] se llevaba a cabo mediante un procedimiento de inspiración pitagórica. Según el mencionado tratado, se multiplicaban los dos ángulos de 45º del triángulo rectángulo [2.025] a la vez que se hacía otro tanto con el resultado de restar las alturas tomadas en cada isla [27º-16º=11º]. Así, 11x11=121. Se sumaban entonces ambas cantidades [2.025+121=2.146]. La raíz cuadrada del total obtenido [45] eran los grados que mediaban entre ambas islas, un valor que se estimaba en unas 800 leguas (21). En el siglo XVI se establecieron valores tan diversos como 16 ⅔ leguas por grado de meridiano, 17 ½ leguas o incluso otro de 18 leguas, valor que se acerca más al dato cierto. Muestra de este afán de precisión lo encontramos en el siguiente texto extraído del Repertório dos Tempos (22) :

Como se ha de navegar por el cuadrante [título del texto citado]… partiendo alguien de Lisboa paramentes [anote] donde le cae la plomada del cuadrante, a saber, en qué grado, y pone allí una señal sobre el cuadrante, en tal tiempo que las estrellas de la guarda están este-oeste con la Estrella del Norte. Y después de un día o dos o más cuando quisierais saber en el mar cuándo vuestro navío está diferenciado de Lisboa, verán a cuántos grados os caen entonces el plomo o de un cabo o del otro de vuestro primer punto. Si estáis un grado norte-sur serán 16 leguas y dos millas de Lisboa; si dos grados serán 32 leguas y cuatro millas....

Este procedimiento aconsejaba entonces la navegación sin separarse del paralelo, muy apropiado en teoría para la travesía atlántica, o trazar, así mismo, un rumbo entre paralelos intentando seguir un meridiano. La dificultad de mantener un rumbo por los vientos y corrientes adversos obligaba a los marinos a navegar de bolina (navegación contra el viento exponiendo la proa de la embarcación el menor ángulo posible) y retomar el rumbo trazado mediante continuos bordos (navegar de bolina alternativamente desde una banda a otra). Para establecer entonces la desviación del rumbo seguido y la distancia recorrida por el buque, se utilizaba el sistema de la “toleta de marteloio”. Atribuida a Ramón Llull, consistía en un proceso gráfico que permitía saber, mediante la resolución de triángulos rectángulos, cuánto se había apartado lateralmente la nave de su rumbo y cuánto había avanzado. Estaba tabulada en cuartos de 11°15’, 22°30’, 33° 45’, 45°, 56°15’, 67°30’, 78°45’ y 90° para el primer cuadrante de los 32 vientos de la brújula (23).

Evidentemente, estos métodos de navegación descritos producían errores de rumbo nada despreciables, si consideramos factores como la distancia estimada en la época para 1º de longitud, la toma de alturas de los cuerpos celestes en alta mar, los errores en el cálculo de la declinación magnética, la burda factura de los instrumentos y la propia inexperiencia de muchos pilotos en las grandes travesías. De hecho, una nave podía desviarse en una larga travesía más de 200 millas náuticas por acumulación de errores en la toma de datos. Sin embargo, fueron notables los intentos de corregir estas deficiencias con la mejora tanto de los instrumentos de navegación como de los procedimientos para determinar las coordenadas de un buque en alta mar. Uno de estos notables intentos de mejora se centró en la elaboración de los llamados regimientos.

EL REGIMIENTO DEL NORTE

A mediados del siglo XV, se dan los primeros intentos documentados para medir con exactitud la altura del polo celeste sobre el horizonte, ya que al hacerlo podía obtenerse la latitud del lugar de observación, parámetro fundamental para el posicionamiento de una nave en el mar. Anteriormente, se creía que la estrella polar coincidía exactamente con el polo celeste, como así lo afirmó Sacrobosco, entre otros sabios medievales. Posteriormente, podemos encontrar tratados de navegación en el siglo XVI como el de Pedro de Medina (24), donde vemos un hombre que observa la estrella polar, figura VIII. De ella, parte una circunferencia que denota el desplazamiento diario aparente que la estrella describe en torno al Polo Norte, a su vez indicado en la ilustración por otro punto, centro del círculo.















Fig. VIII. Hombre con ballestilla. Regimiento de navegación de Pedro de Medina.

El establecimiento del Polo Norte mediante la estrella polar fue una tarea llevada a cabo por marinos portugueses. En la época, la distancia angular (25) de la estrella al Polo era mayor que en la actualidad, pero el verdadero problema radicaba en saber para cada observación en qué punto de esa órbita aparente se encontraba el astro. Una vez determinada su posición, se procedía al establecimiento del Polo Norte, mediante una simple operación de suma, si la estrella estaba más próxima al paso meridiano inferior, o de resta en caso de mayor proximidad al paso meridiano superior. Pero, para las posiciones intermedias, había que establecer puntos de referencia para aplicar las correspondientes correcciones. Se adoptó entonces una rueda de ocho radios correspondientes a los ocho rumbos o vientos. Posteriormente se añadió a esta representación una figura humana, como se muestra en la figura IX.












Fig. IX. Rueda de rumbos, conocida también por el “hombre del polo”.

Los ocho rumbos o vientos principales están marcados por la cabeza, hombros, brazos y un rumbo para los pies, en ocasiones los pies se situaban cada uno en los rumbos sudeste y sudoeste y el rumbo sur lo marcaba la prolongación de la línea axial del cuerpo. En otras representaciones, la figura humana podía mostrarse de espalda. El Polo Norte se situaba en el centro de su cuerpo y se marcaba, en el extremo de los radios de la rueda, la altura de la Polaris tomada desde Lisboa, cuando una de las estrellas guardas [β o γ Ursae Minoris, Cochab y Pherkad respectivamente] se situaban en los correspondientes rumbos. El texto siguiente, extraído de las páginas finales del Repertório dos Tempos de 1563 es una copia, aunque incompleta, muy explícita de lo que fue el Regimiento del Norte.

Sabrás que en Lisboa a todas horas no está el norte en una altura…. Las guardas en la cabeza, tiene el norte 36 grados y un tercio y ésta no se ha de meter en la cuenta por causa de la cantidad que es pequeña, y has de hacer [así] con las otras alturas que tomases. Las guardas estando en la línea izquierda hallarás el norte en 36 grados. Si fueran las guardas en la línea del pie izquierdo hallarás el norte 39 grados. Si fueran las guardas en el pie, hallarás el norte en 42 grados.... Si fueran las guardas en el brazo derecho hallarás el norte en 37 grados. Sabrás que estando las guardas en la línea del brazo derecho, hallarás el norte en 36 grados.

En el texto reproducido anteriormente, el autor redondea explícitamente las fracciones, pero éstas siguen estando presentes en todas las ruedas. Los valores de las alturas de la estrella polar eran corregidos del siguiente modo: + 3º ó -3º para los rumbos Norte y Sur, + 1º 30’ ó -1º 30’ para los del Este y Oeste, + 3º 30’ ó -3º 30`para los rumbos noreste y suroeste, y +30’ ó -30’ para los del noroeste y sureste. Todas estas operaciones arrojaban el resultado de 39º, altura estimada entonces del Polo Norte para Lisboa.

Con el tiempo, se hizo necesaria una revisión de las alturas de la estrella polar, ya que cada cincuenta años la distancia angular de la misma con respecto al Polo Norte experimenta, como ya hemos indicado, variaciones notables. En el siglo XVII, varios autores propusieron en sus tratados actualizar los antiguos valores (26). En definitiva, el Regimiento del Norte, vigente hasta la segunda mitad del siglo XVII, constituyó un avance extraordinario para la navegación por latitudes septentrionales, pero a medida que se abrían nuevas rutas hacia el Sur, se hacía necesaria la redacción de otro regimiento para la navegación austral. Por desgracia, no existía una estrella de referencia de la magnitud de la estrella polar, pues la σ del Octante, la más próxima al Polo Sur, apenas si era visible a simple vista. Se buscó entonces un asterismo fácilmente perceptible al ojo humano que ayudara a la marcación del Polo Sur celeste. Los marinos lo encontraron en la alineación α-γ de la Cruz del Sur que entonces señalaba mucho mejor el Polo Sur que en la actualidad. A mediados del siglo XVI, ya encontramos referencias de las alturas meridianas de estas estrellas en el Libro de Marinería de Manuel Alvares, en el Atlas de Lázaro Luis o en el de Vaz Dourado de 1568 donde encontramos el siguiente texto:

Digo que tomando la altura por el Crucero del Sur por la estrella del pie [alfa Crucis], siendo en treinta grados estaré en el equinoccio; y tomando menos de treinta grados, lo que tomase de menos, eso estaré del equinoccio hacia la parte del sur. Cuando tomaras esta altura, tendrás aviso que dejo por la estrella de la cabeza con la del pie en línea de norte-sur.

Otros regimientos, como los de João de Lisboa, Bernardo Fernandes o André Pires advierten que la toma de altura de la α Crucis, estrella que forma el pie de la Cruz, alcanzaba su paso meridiano cuando el crucero se mostraba “hecho” o “empinado”, es decir: perpendicular al horizonte. En la época, se estimaba en algo menos de 30º la distancia angular de la estrella con el Polo Sur y era fácil cometer errores de minutos de arco. Hoy sabemos que dicha distancia angular en 1500 era 29º 40’ 58.3”.

EL REGIMIENTO DEL SOL

La necesidad de posicionar la nave durante el día llevó a los marinos a elaborar un regimiento para el Sol. La dificultad estribaba en que la declinación (27), que para cualquier estrella es invariable, variaba para el Sol cada día, ya que la Eclíptica (28)y el Ecuador celeste no son círculos paralelos. En obras medievales como De compositione et utilitate astrolabie de Messahala y en los Libros del saber de astronomía de Alfonso X el Sabio encontramos ya intentos de determinación de la latitud a partir de la altura meridiana local del Sol, pero los primeros ensayos con cierto rigor para elaborar un reglamento solar se dieron en las últimas décadas del siglo XV. Hacia 1485, según refiere Colón, Juan II de Portugal envió a Guinea a su astrólogo José Vizinho para medir la altura del Sol en la zona. Este último editaría en 1496 el Almanach perpetuum coelestium motum, del judío de Salamanca Abraham-ben-Samuel Zacut, obra de referencia para los pilotos de la época. A partir de la misma, se elaborarían tablas de declinación adaptadas a la práctica náutica. Fueron redactadas en 1516 para el cuatrienio 1517-1520. En ellas constaba la declinación solar diaria durante el referido periodo. El cálculo de la latitud mediante la medición de altura del Sol estuvo entonces al alcance de cualquier navegante, ya que sólo debería sumar o restar el valor de la declinación solar que constaba en la tabla a la distancia cenital [90º- h], siendo h la altura meridiana del astro para el lugar de observación. La única dificultad radicaba en el valor positivo o negativo de ambos parámetros, ya que la declinación es positiva al norte del ecuador celeste y negativa al sur, y la distancia cenital presentaba un valor positivo si se tomaba de cara al norte o negativo de cara al sur. Tampoco convenía olvidar el hemisferio en que se encontraba el observador. Estas circunstancias fueron plasmadas detalladamente en lo que se conocería por el regimiento del Sol. Se redactaron entonces seis reglas que están presentes tanto en la Guía de Évora como en la Guía de Munich y que paso a resumir siguiendo a Luis Albuquerque (29):

Con el observador en el hemisferio norte, se dictan las siguientes reglas, teniendo en cuenta que φ es la latitud, h la altura del astro sobre el horizonte y δ la declinación:

1ª Sombra hacia el norte: φ= [90º - h] + δ

2ª Sol al norte del Ecuador y sombra hacia el sur: φ= [h + δ] - 90º

3ª Sol al sur del Ecuador: φ= 90º - [h + δ]

Con el observador en el hemisferio sur:

4ª Sombra hacia el sur: φ= [90º - h] + δ

5ª Sombra hacia el norte: φ= [h + δ] - 90º

6ª Sol al norte del Ecuador: φ= 90º - [h + δ]

A pesar de todo, estas reglas eran de dudosa aplicación cuando el piloto no sabía exactamente en qué hemisferio se encontraba por su proximidad al Ecuador. Se añadieron entonces pautas para aplicar una u otra regla en función de que la suma de la altura y la declinación fuese mayor, igual o menor que 90º. Para la concreción de este regimiento en tablas, era preciso un cuadrante o mejor un astrolabio para medir la altura del Sol todos los días del año y una ampolleta para determinar la misma hora en un único punto de observación. Hasta nosotros han llegado referencias a tablas que fueron redactadas para enclaves como Lisboa o Madeira, entre otros.

En las tablas, la declinación del Sol se anotaba junto a su longitud celeste. En astronomía, la obtención de este último valor se determina por la situación del Sol en el plano de la Eclíptica y se cuenta para ello, en la dirección del movimiento aparente del astro, a partir del punto Aries o vernal (punto donde el Ecuador celeste y el plano de la Eclíptica se cortan). Cuando el Sol supera dicho punto, el astro cambia de hemisferio celeste y la Tierra, de estación. En la época, a efectos de cómputo, se tomaba entre 10º y 30º por cada signo del Zodiaco. Por su parte, la declinación solar podía estimarse para cada día si se conocía el valor en grados de la inclinación del Ecuador celeste con respecto al plano de la Eclíptica. El cosmógrafo Alonso de Santa Cruz, en su octava manera de calcular distancias en el mencionado Libro de las longitudes, refiere el valor de 23º y medio como la mayor declinación que podía alcanzar el Sol de la línea equinoccial y en el capítulo quinto de la misma obra establece una equivalencia entre cada grado del Zodiaco y cada grado de declinación En general, las tablas de declinación mostraban valores útiles para cuatro años, pero el error se incrementaba a partir de entonces de forma progresiva, ya que el calendario juliano adelantaba por cada año trópico (30) en torno a 11 minutos. Así ocurrió hasta la adopción del calendario gregoriano en 1582. En definitiva, el regimiento del Sol formó parte, a partir de 1520, de la mayoría de los tratados de navegación, donde encontramos tablas de declinación solar adaptadas al uso náutico aunque relativamente actualizadas.

LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

La ciencia moderna da un salto crucial a mediados del siglo XVI con la publicación De revolutionibus orbium coelestium de Nicolás Copérnico. Su obra marcó el paso de una concepción del cosmos geocéntrica a otra heliocéntrica. A partir de entonces, se inició un proceso científico cuyos efectos incidieron en la cosmografía con la introducción de la proyección Mercator, los conocimientos astronómicos como el cálculo orbital con Kepler y el mismo Copérnico, la mejora de la medida del tiempo con la reforma gregoriana del calendario, los avances en los instrumentos y técnicas de observación con Tycho Brahe, la aplicación astronómica del telescopio por Galileo. Newton culminó el proceso con la publicación de los Philosophiae naturalis principia matemática en 1687 y la creación del telescopio reflector en 1671, primer instrumento óptico libre de aberración. Sin embargo, este notable desarrollo científico no se correspondió con avances similares en la navegación. En este sentido, el siglo XVII marca un periodo de retroceso europeo de los conocimientos puramente náuticos. En España, muchos marinos carecían de la preparación suficiente y la Casa de Contratación de Sevilla, encargada de la formación de los pilotos, no podía atender la gran demanda de formación de la época, a pesar de que el Colegio de San Telmo de Sevilla, creado en 1681, tratara de suplir el vacío existente. No es extraño que se hiciera pública tal deficiencia en los términos en que fue expuesta por el Almirante Pedro Porter y Casanate en 1634 en su obra Reparo a errores de la navegación española. Otro tanto fue denunciado anteriormente por Edward Wright en el caso de los pilotos ingleses. En su obra, Certaine Errors in Navigation de 1599, el cartógrafo y matemático inglés destacó las deformaciones producidas en la elaboración de las cartas marinas al aplicar la proyección Mercator, el error de paralaje ocular cuando se determinaba la latitud con la ballestilla y la deficiente corrección de la variación magnética de la aguja. La suma de errores podía superar los cinco puntos en el compás y alcanzar las 200 leguas solamente en la travesía entre las Indias Occidentales y las Azores. Sin embargo, por lo que respecta a España, existen trabajos teóricos de mérito como el Regimiento de navegación de Andrés García de Céspedes de 1602, la Navegación especulativa y práctica de Antonio de Nájera de 1628 o el Norte de la navegación hallado por el cuadrante de reducción de Antonio de Gaztañeta Yturrivalzaga de 1692. El siglo XVII vio también la creación del Observatorio de Paris en 1667 y del Real Observatorio de Greenwich en 1675, así como los intentos fallidos para la determinación de la longitud. Aunque en el siglo XVII ya existían relojes de péndulos fiables, no eran eficaces en el mar. Las dinastías europeas intentaron resolver el problema. Los austrias españoles se sumaron a la carrera convocando sucesivos concursos para la obtención de un método fiable y viable en el mar para determinar la longitud. En 1598 se llegó a ofrecer al ganador una renta perpetua de seis mil ducados y otra vitalicia de dos mil. Entre los participantes, encontramos a Galileo quien presentó un método de observación basado en la medición del tiempo por las ocultaciones de las lunas jovianas, pero el problema no sería resuelto hasta bien entrado el siglo XVIII, época en la que ya se puede hablar de una navegación científica basada en el cálculo matemático.

NOTAS
1. Creencia transmitida, entre otros, por Cosmas Indicopleustes, un monje griego de Alejandría del siglo VI.

2. Astrónomo de Al-Ándalus del siglo XI que vivió en Toledo, citado en el Scriptorium real de Alfonso X el Sabio. Fue constructor de astrolabios y de la azafea, una variante del citado instrumento.

3. Abraham y Jafuda Cresques, cartógrafos mallorquines, padre e hijo respectivamente, a los que se atribuye el Atlas catalán, primer mapamundi, conservado en la Biblioteca de Paris.

4. Matemático y astrónomo autor del Tractatus sphaerae de 1220, obra que alcanzó una gran difusión en Europa.

5. Paso de un astro por el meridiano del lugar.

6. Gerardus Mercator, cartógrafo flamenco [1512-1594]. Su atlas se convirtió en una versión actualizada de los mapas ptolemaicos. El sistema de representación Mercator , ideado en 1555, consiste en una proyección cilíndrica en la que los paralelos aparecen más separados a medida que se aproximan a los Polos. Por consiguiente, las deformaciones son poco importantes en el Ecuador y máximas en los Polos.

7. Los griegos de Magnesia extraían hacia el 800 a. C. la calamita, un imán natural llamado también magnetita. Los chinos ya la conocían en el segundo milenio antes de Cristo.

8. Libro de las siete Partidas del rey Alfonso X el Sabio, tomo 2, p. 79 y p. 269, Madrid. 1807.

9. Diferencia angular entre el Polo Norte geográfico y el Polo Norte magnético.

10. Cortés de Albacar. Breve compendio de la sphera y del arte de navegar.Sevilla 1551.

11. Martín Fernández de Enciso. Suma de geografía. Sevilla. 1519.

12. Conjunto de reglas para determinar la latitud mediante las alturas meridianas de los astros .

13. El instrumento toma su nombre del griego astron, astro y de lanbanien, tomar, buscar. Etimológicamente se define pues como buscador de astros.

14. El astrolabio fue atribuido a nombres tan dispares como Diógenes Laercio, Arquímedes, Teodosio de Bitinia y su versión plana a Hiparco e incluso a Ptolomeo.

15. Instrucciones náuticas para navegar. Diego García de Palacio. Méjico. 1587.

16. Horologium nocturnalis.

17. Para más información acerca de su uso, consultar la dirección: http://www.goma2.com/manuales/NOCTURLABIO.htm.

18. Un regimiento para el uso de la ballestilla se encuentra en el Libro da Marinharia de João de Lisboa de finales del siglo XV.

19. Les Indications relatives aux marées dans les anciens livres de mer. D. Gernez. Archives internationales d’histoire des sciences, vol. II, p. 688. 1948-49.

20. William Bourne. A Regiment for the Sea. 1577.


21. 1 legua = 5.572 m y 7 dm. 1 legua marina = 5.555 m y 55 cm.

22. Valentim Fernandes , Repertório dos Tempos, ed. facsimilar de Joaquín Bensaúde, p. 141. Génova , s. f.

23. Para una explicación más detallada, consultar El mundo científico de la Corona de Aragón con Jaime I de Joan Vernet, Universidad de Barcelona.


24. Regimiento de navegación, Pedro de Medina. Sevilla 1563.

25. Distancias angulares entre la estrella polar y el Polo Norte celeste:
1500 d.C. 3º 24’ 46.4’’
1550 d.C. 3º 7’ 58’’
1600 d.C. 2º 51’ 12’’
1650 d.C. 2º 34’ 45.5’’
1700 d.C. 2º 18’ 9.5’’
Fuente: SkyMap Pro.

26. Entre otros, Andrés García de Céspedes, Manuel de Figueiredo y Luìs Serrao Pimentel en 1606, 1608 y 1681 respectivamente.

27. La declinación en el sistema de coordenadas ecuatoriales es la distancia angular de un astro al Ecuador celeste.


28. Plano que define la órbita del Sol a lo largo de un año sidéreo y en el que se producen los eclipses.

29. Historia de la navegación portuguesa. Luis de Albuquerque. Madrid 1991.


30. Tiempo que transcurre entre dos pasos sucesivos del Sol por el equinoccio de primavera.



BIBLIOGRAFÍA

ALBUQUERQUE, LUIS DE [1991]: Historia de la navegación portuguesa. Madrid, Editorial MAPFRE, S.A.

CUESTA, MARIANO [1983]: Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Vol. I. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo.

GARCÍA FRANCO, SALVADOR [1947]: Historia del arte y ciencia de navegar: desenvolvimiento histórico de los cuatro términos de la navegación. Madrid, Instituto Histórico de Marina.

GONZÁLEZ GONZÁLEZ, FRANCISCO JOSÉ [1992]: Astronomía y navegación en España siglos XVI-XVIII. Majadahonda, Editorial MAPFRE S.A.

HERRMANN, JOACHIM [1983]: Atlas de astronomía. Madrid, Alianza Editorial S.A.

LÓPEZ PIÑERO, JOSÉ MARÍA [1979]: El arte de navegar en la España del Renacimiento. Barcelona, Editorial Labor.

RUIZ DE LIRA FUENTES, RAFAEL [1978]: Colón, el Caribe y las Antillas. Madrid, Editorial Hernando.

SELLÉS, Manuel A. [2004]: El arte de la navegación en la Península Ibérica. Los Orígenes de la ciencia moderna. Seminario «Orotava» de Historia de la Ciencia. Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.





















GUÍA DEL CIELO
UNA PROPUESTA DE VISITA


INDICE:

-ORION
-CAN MAYOR
-CANCER
-EL COCHERO
-ACUARIO
-GEMINI
-PERSEO
-ANDROMEDA
-TAURO
-TRIANGULO
-BALANZA
-CABALLITO

EL CIELO DE INVIERNO
Desde nuestra latitud, las largas noches de invierno presentan unas condiciones inmejorables para la observación del cielo. Nuestra ubicación en la zona templada nos permitirá gozar de un buen número de noches limpias en las que brillarán con especial fulgor los asterismos más bellos observables desde el Hemisferio Norte. El cielo invernal nos ofrece ocho estrellas de primera magnitud: Betelgeuse, Rigel, Sirio, Proción, Aldebarán, Capella, Cástor y Póllux; es decir, la misma cantidad de objetos tan luminosos que la suma de los observables en las tres restantes estaciones del año. En nuestro paseo celeste seguiremos el itinerario a través de las constelaciones en las que se ubican estas estrellas de primera magnitud.




Orión

Si miramos hacia el Sur, encontraremos en las primeras horas de la noche invernal la constelación más llamativa de nuestro cielo, casi tan conocida como la Osa Mayor. Se trata de Orión, la más bella constelación del Hemisferio Norte que toma su nombre del gigante cazador mitológico, muerto por la mordedura de un escorpión y transportado al cielo por Júpiter para consuelo de Diana.

Orión destaca por el brillo de sus estrellas, la armonía de su estructura y por sus magníficos conjuntos estelares y nebulosas. Con ayuda de unos prismáticos o de un pequeño anteojo hallaremos los objetos más atractivos de Orión inscritos en un trapecio que fácilmente compondremos a simple vista, dispuesto de N a S, uniendo dos estrellas de primera magnitud, como la rojiza y variable Betelgeuse (0,9) al NE y la blancoazulada y doble Rigel (0,15) al SO, con otras dos estrellas destacables: Bellatrix (1,6) al NO y la Kappa al SE, de menor brillo que la anterior, por lo que el imaginario trapecio quedará algo desdibujado en el ángulo donde esta estrella se sitúa. En su interior, apreciaremos una espléndida alineación casi perfecta de NO a SO formada por tres estrellas azuladas y brillantes que componen el célebre cinturón de Orión, y a las que la tradición popular ha dado diversos nombres como Los Reyes Magos o Las Tres Marías; nos referimos a Mintaka, la variable y azulada Delta (2,0) que se nos presenta como una binaria óptica fácil de resolver, ya que su compañera de la 7,0 de magnitud se encuentra a 53", la Epsilon o Alnilam (1,7) rodeada de una nebulosidad observable fotográficamente, y en el extremo SE Alnitak, la Zeta de la 1,6 de magnitud, una doble que podremos separar con aberturas superiores a los 10 centímetros. Sus componentes distan en la actualidad 2"6. La principal alcanza la magnitud 2,0 mientras que su compañera es de la 4,1. Este par se encuentra rodeado por un extenso campo nebular formado por diferentes condensaciones de gas: IC 431, IC 432, IC 434, NGC 2023 y NGC 2024 conocida también como "Gran Horca".

Bajo el cinturón nos llamará poderosamente la atención otra alineación de menor campo en el eje NS conocida como la Espada o el Tahalí, uno de los asterismos más impresionantes que el aficionado puede admirar con unos simples prismáticos. Se halla formado por estrellas azuladas difíciles de precisar con la vista, dada la alta concentración de gases que envuelven a estos jóvenes soles. Estaremos seguros de haberlo encontrado cuando la prolongación de su eje nos lleve directamente a la Epsilon del cinturón, formando con éste una T de tejadillo inclinado. No es pues extraño que el conjunto de ambos asterismos -El Cinturón y el Tahalí o Espada del Cazador- sea denominado en otros países con el nombre de la T de Orión. En el centro de lo que llamamos la Espada del Cazador, se encuentra el objeto más espectacular de nuestro cielo invernal: el M 42, la famosa Nebulosa de Orión que presenta una magnitud aparente de 2,9 y se halla a 1.500 años-luz de distancia. Con un modesto anteojo provisto de un ocular de ancho campo, al que adaptaremos un filtro verde, podremos ya apreciar con razonable precisión y sin apenas pérdida de luminosidad la estructura a grandes rasgos de la gran nube de gas. En su interior se encuentran estrellas jóvenes y azuladas entre las que sobresale en una primera observación un conjunto de cuatro estrellas que forman el Trapecio, el sistema cuádruple más conocido del cielo. Su presencia se ve resaltada en cierta medida por encontrarse próximo al centro luminoso de la nebulosa. Bajo la gran nube, junto al borde N del Sinus Magnus, encontraremos su satélite, el M 43, otra nebulosa que ocupa un campo mucho menor asociada a una estrella de novena magnitud. Por último, desde el centro de la Espada nos trasladaremos a sus bordes. En su punta norte descubriremos un cúmulo de estrellas abierto, el NGC 1981, y bajo él un par de estrellas, C 1 y C 2, inscritas en un campo nebular inapreciable para nuestros prismáticos. La punta sur del Tahalí acoge a su vez la doble iota, envuelta así mismo en la débil nebulosa NGC 1980.




El Can Mayor

Fácilmente entraremos en el corazón del Can Mayor, el perro de caza de Orión, si prolongamos cuatro veces y media hacia el SE el segmento que forman las Tres Marías, o el tejadillo de la T de Orión. Al hacerlo, nos toparemos con Sirio, la estrella más brillante de ambos hemisferios (-1,5). Su fulgor ha impresionado tanto al hombre que ha sido divinizada por muchos pueblos a lo largo de la historia. Los egipcios la llamaron Shotis, la luminaria, y se sirvieron de ella para contar el inicio del año a partir de su primera aparición sobre el horizonte del cielo de madrugada; mientras que los árabes la denominaron Alhabor, "el que ha cruzado la Vía Láctea". Sin embargo, su extraordinario brillo no lo debe a su masa o su tamaño -dos veces y media más pesada que el Sol y apenas dobla su diámetro- sino a su relativa cercanía a la Tierra, tan sólo 8,7 años-luz. En 1862 se descubrió que Sirio contaba con una compañera de 8,7 de magnitud, una enana blanca imposible de resolver con modestos anteojos.

Sirio es sin duda un excelente punto de referencia para localizar los objetos más atractivos de la constelación. De este modo, 4º al Sur encontraremos, incluso a simple vista en noche oscura, el M 41, uno de los cúmulos abiertos más notables de nuestro hemisferio que se halla a 2.500 años-luz; cuenta con más de 50 estrellas y su magnitud conjunta llega a ser de 5,0. Lo que más nos atrae en un principio es su forma circular, así como la disposición regular de cada una de sus estrellas en el conjunto, más espaciada en los bordes del cúmulo y condensada en su centro, pero en cualquier caso observaremos una sorprendente simetría.

A 6º de Sirio, trazando una línea ligeramente orientada hacia el SO, encontraremos una gigante azul que fue denominada por los árabes Mirzam, "el que precede"; se trata de la beta del Can, una estrella variable de periodo corto que apenas oscila entre la 1,9 y la 2,0 de magnitud y dista 650 años-luz de la Tierra. Al situar dicha estrella en el campo de nuestros prismáticos, hallaremos en sus aledaños el NGC 2204, una débil concentración de estrellas; apenas contaremos una docena aunque en realidad son 90 soles que distan 650 años-luz de nosotros.

De nuevo en Sirio, marcaremos en dirección SE. dos veces la distancia entre esta estrella y la beta para hallar en el borde de la cinta galáctica la delta, conocida también por Wezen, una gigante amarilla que brilla a 1.100 años-luz y es 40.000 veces más luminosa que el Sol. En sus cercanías y hacia el borde Este de la constelación localizaremos el NGC 2354, una concentración de unas sesenta estrellas entre la séptima y la décima magnitud de entre las cuales únicamente distinguiremos con prismáticos unas pocas.

Ahora volvamos a la delta para encontrar en sus proximidades en dirección SO. la rojiza sigma de la 3,5 de magnitud, y a tan sólo un grado en la misma dirección hallaremos la epsilon, llamada por los árabes Adhara, "las vírgenes", nombre plural que alude a su naturaleza binaria, ya que se trata en realidad de dos estrellas de la 1,5 y de la 8,1 de magnitud que brillan con una separación de 8".


Cáncer

Flanqueada al Este por Leo y al Oeste por Géminis, la constelación zodiacal de Cáncer, el Cangrejo, parece languidecer entre sus refulgentes vecinas; sin embargo encierra entre sus discretas estrellas asterismos que el aficionado no debe pasar por alto. Para no perdernos, tomemos como unidad de medición, y siempre con criterio de aproximación, el imaginario segmento entre Cástor y Pólux, los brillantes soles de Géminis. Así, si prolongamos desde Pólux tres veces dicho segmento hacia el Este, llegaremos a la iota, una famosa binaria física, de la 4,3 y la 6,7, amarilla y blanca respectivamente que se encuentran a 30". A partir de esta estrella binaria podríamos componer la base de una "Y" invertida dispuesta de Norte a Sur. Sobre dicha figura se situarían las estrellas más brillantes de la constelación. En su tronco, descendiendo hacia el Sur encontramos la Gamma de la 4,7 de magnitud. Al hacerlo, nuestra vista se centrará involuntariamente en uno de los cúmulos abiertos más conocidos del Hemisferio Norte: El Pesebre o M 44, un espléndido racimo de estrellas que se despliega a 2º al SO. de la gamma, y que constituye sin duda el objeto más interesante de Cáncer; a pesar de su aspecto disperso, alcanza una magnitud conjunta de 3,7 . En noche oscura observaremos a simple vista una mancha borrosa que se resolverá en estrellas con nuestros prismáticos; en su seno, la más brillante es la épsilon de la 6,3. En realidad, el Pesebre contiene aproximadamente unas ochenta estrellas, aunque con nuestros prismáticos nos contentaremos con reconocer al grupo principal de once componentes de la sexta magnitud. Lo más llamativo es su disposición triangular y por parejas de una parte de estos soles para los que Baade calculó una edad de cuatrocientos millones de años.

Volvamos a la gamma y descendamos aproximadamente 3º para llegar a la delta Cancri, Ausellus Australis, de la 3,9; desde ella trazamos los dos brazos de nuestra "Y" invertida. El sudoeste nos conducirá a la alfa Cancri o Acubens -pinza o tenaza en árabe- de 4,2 de magnitud que se halla de la delta a algo menos de dos veces la distancia entre Cástor y Póllux. Al centrar en el campo de nuestros prismáticos la delta, observaremos próximo a ella hacia el oeste el M 67 o NGC 2682, una pequeña nubecilla de la 6,1 de magnitud conjunta cuyas estrellas, en buen número de la undécima magnitud, serán irresolubles para nuestros prismáticos. Por último, busquemos ahora la beta Cancri, el extremo del brazo sur occidental de la "Y" invertida, también llamada Al Tarf "la mirada"; con una magnitud de 3,5 es sin duda la estrella más brillante de la constelación. Se encuentra a media distancia entre la alfa Cancri y Proción, la luminosa estrella del Can Menor. Otras búsquedas interesantes, ya para anteojos medios, serían algunas variables como la R y sistemas binarios como la 24 que de hecho es triple y la Fi 2, una pareja que presenta una separación de 5"2.




El Cochero

Abrazada por tres constelaciones sobresalientes del cielo de invierno (Géminis al E., Tauro al S. y Perseo al O.), el Cochero, conocida también por Auriga, rivaliza con sus vecinas por el brillo de sus estrellas que forman su cuerpo principal, así como por sus magníficos cúmulos abiertos. Al dirigir la vista hacia esta región del cielo, lo primero que advertimos es una estrella de color amarillo que brilla como pocas a medio camino entre la estrella Polar y el Cinturón de Orión; se trata de Capella o Cabra, nombre que nos hace rememorar la leyenda de la cabra Amaltea que amamantó a Júpiter en la isla de Creta, lejos del alcance de su padre, el devorador Saturno.

Capella, con una magnitud de 0,1 , es la sexta estrella más luminosa del firmamento, aunque en realidad debiéramos hablar de dos estrellas casi gigantes, irresolubles por medios ópticos, que producen en términos absolutos una luminosidad 150 veces superior a la del Sol. Tardaríamos 42 años en llegar a este astro binario viajando a la velocidad de la luz.

Una vez localizada Capella, nos será casi inevitable componer visualmente un pentágono irregular con ayuda de otras cuatro estrellas principales: la beta que forma el "hombro del cochero", la blanca Menkalinam de la magnitud 1,9, situada al E de Capella, la theta en la esquina SE de la 2,7, la beta de Tauro de la 1,8 en la punta S, uno de los cuernos de la vecina constelación y finalmente cerraremos el pentágono por el O con la iota de la 2,7. Una vez familiarizados con esta magnífica figura que a buen seguro permanecerá imborrable en nuestra memoria, hallaremos en sus bordes y en su interior los objetos más destacables del Cochero.

Lo más notable de Auriga es sin duda la espléndida alineación de cúmulos abiertos tan brillantes que es posible localizarlos a simple vista en noche oscura. El primero de ellos, el M 38, se encuentra casi a medio camino entre la theta y la iota del pentágono; está formado por más de un centenar de estrellas que brillan a una distancia de 3.200 años-luz. Nos sorprenderá sin duda su disposición en forma de cruz, así como su extensión, algo inferior al campo que ocupa la luna llena. A pesar de su aparente dispersión, M 38 presenta una magnitud conjunta de 6,4.

Al SE del M 38, cercano al borde interior del pentágono, localizamos el M 36, un cúmulo abierto mucho menos extenso que el anterior. Con una magnitud conjunta de 6,0, este enjambre de 60 estrellas presenta una notable densidad en su centro y una armoniosa dispersión hacia sus bordes.

El M 37 completa esta soberbia alineación de cúmulos abiertos, ya en el borde exterior del pentágono. Con prismáticos nos parecerá un cúmulo globular, sin embargo con un anteojo medio y mediante ocular de gran aumento descubriremos que esa mancha difusa es el resultado del brillo conjunto de 150 estrellas que se encuentran a 4.500 años-luz de nosotros.




Acuario

Esta constelación típicamente otoñal ocupa la franja zodiacal entre Piscis al NE y Capricornio al SO. En la mitología griega, Aquario es Deucalión, el hijo de Prometeo. Por su parte, los pueblos antiguos de Oriente Próximo tomaron como referencia el paso del Sol por esta constelación hasta su desaparición del cielo nocturno para marcar el periodo de las lluvias. Es ciertamente difícil trazar visualmente la figura que identifica cartográficamente a Acuario dada su extensión, 980 grados cuadrados, y por sus estrellas principales que en el mejor de los casos alcanzan la tercera magnitud. Sin embargo, no erraremos si tomamos como referencia la distancia entre la alfa y la beta de la vecina constelación de Pegaso. Así al prolongar una vez este segmento hacia el Sur, pero ligeramente desviado al Oeste, advertiremos una formación de tres estrellas de magnitudes próximas- gamma 3,9, eta 4,0 y pi 4,7 - que componen un triángulo casi equilátero cuyo incentro está marcado por una cuarta, la famosa zeta aquarii, una doble de la 3,7 de magnitud conjunta. Este par, de 4,4 y 4,6 de magnitud respectivamente, fue descubierto por Herschel en 1777; el cual pudo medir entonces una separación de 3"5, distancia que posteriormente se ha ido reduciendo hasta llegar a 1"9 en 1990, ya en el límite de resolución para una abertura de 7,5. Este sistema binario completará su periodo de revolución en 361,45 años. Busquemos ahora la alfa Aquarii -Sadalmelik, "rey" en árabe- una estrella de color amarillo de la 3,2 de magnitud y 10.000 veces más luminosa que el Sol. Será la más brillante que encontremos a partir de la zeta en dirección oeste; ambas entrarán en el campo de nuestros prismáticos. Desde este nuevo punto hacia el SO, localizamos la amarillenta beta Aquarii -Sadalsuud "buena estrella del universo"- de la 3,1 de magnitud y 12.000 veces más luminosa que el Sol. Al hacerlo podremos comprobar cómo 4º al N de esta estrella se encuentra el M 2, el cúmulo globular más sobresaliente de Acuario. Es uno de los más extensos y brillantes de nuestro hemisferio, pues llega a alcanzar la 6,3 de magnitud conjunta. En el interior de un disco aparente de 8' de diámetro se concentran 100.000 estrellas que distan 50.000 años-luz de la Tierra.

Sigamos desde la beta hacia SO hasta encontrar la épsilon o Albali de la 3,8, ya en la esquina occidental de la constelación que penetra en Capricornio. Aquí hallaremos dos objetos destacables: el M 72 y la nebulosa "Saturno". El primero de ellos es un cúmulo globular situado a 3º al S y 5' al E de la épsilon. Presenta un diámetro aparente de 2' y una magnitud de 9,2, lo cual supone un reto para su localización mediante prismáticos. A 10' al E y 1º al N del M 72, brilla la nebulosa "Saturno" que toma su nombre del conocido planeta, debido a su apariencia esférica rematada en sus laterales por dos abultamientos a modo de asas. Para que este objeto adopte la forma de una pequeña mancha ovoide, es preciso aplicar aberturas medianas, en todo caso superiores a la 7,5. Nos contentaremos con localizarla con los prismáticos e imaginar que esa "estrella" azulada de la magnitud 8,4 es en realidad una nube de gas.




Gemini

El nombre de esta constelación zodiacal hace alusión a los héroes griegos Cástor y Pólux, los llamados gemelos, hijos de una misma mujer de Etolia, Leda, y de padres diferentes; el primero de Zeus y por tanto inmortal, y el segundo del mortal Tíndaro, rey de Lacedemonia. Para recompensar su amor fraterno, los dioses decidieron asignarles un lugar en el firmamento. Cástor y Pólux denominan, según esta tradición, a las dos estrellas más brillantes de esta rica constelación invernal que cuenta con un centenar de estrellas visibles a simple vista.

Gemini se vertebra a través de dos alineaciones paralelas que parten respectivamente de Cástor y Pólux en dirección SO componiendo un cuadrilátero ostensiblemente alargado. Cada una de estas líneas principales forman en su mayor parte los cuerpos de cada uno de los gemelos.

Empecemos nuestro itinerario por la alfa Geminorum, la blanca Cástor, que es la más próxima de los gemelos a Capella. Aunque menos brillante que Pólux, Cástor es 22 veces más luminosa que el Sol. En realidad se trata de un sistema estelar múltiple. Presenta dos componentes principales -Cástor A y Cástor B- de magnitudes 2,0 y 2,8 respectivamente que se hallan separadas por unos 3,8 segundos de arco; ambas giran en torno a un eje común completando un periodo orbital de 477 años. Una tercera estrella denominada Cástor C se incorpora al grupo; en definitiva podemos considerar a Cástor como un sistema séxtuple, ya que se ha podido constatar que cada una de las estrellas anteriormente citadas es a su vez binaria. Desde Cástor trazamos la primera alineación estelar a través de Mebsuta, la épsilon de la 3,2 y la mu de la 3,0 para concluir en la variable eta, conocida también por Tejat, una gigante roja de la tercera magnitud; dicha estrella nos será muy útil para localizar en sus proximidades el objeto más llamativo de Gemini: el impresionante M 35 (NGC 2168). Ya a simple vista, en noche oscura, podremos localizar este soberbio cúmulo abierto situado a 2.600 años-luz de distancia y formado por unas 300 estrellas entre las magnitudes 7 y 12. Los prismáticos serán un instrumento muy práctico para admirar este vistoso cúmulo, pero si disponemos de un telescopio, le adaptaremos el ocular de mayor campo. Al hacerlo podremos contemplar, en las cercanías del M 35, el NGC 2129 de la 6,7, cúmulo abierto de escaso brillo que dista 7.000 años-luz de la Tierra.

La beta Geminorum, Pólux, es una estrella anaranjada 14 veces mayor que el Sol y 24 veces más luminosa; es algo más brillante que Cástor, ya que supera su magnitud en medio punto. Desde Pólux arranca la segunda alineación estelar. Así, hacia el SO situamos la variable Wassat, la delta de la magnitud 3,2 que tiene una componente de la 8,2. Seguidamente encontramos la zeta Geminorum, Mekbuda o "pezuña retraída de un león", otra variable de periodo corto que oscila entre las magnitudes 3,7-4,1 y cuenta, además, con una compañera de la séptima. Esta alineación finaliza al SO. en Alhena, la gamma Geminorum, una doble de la 1,9 de magnitud.





Perseo

En la saga de los héroes mitológicos, Perseo dio muestras de su gran valor al dar muerte a la monstruosa Medusa cuyos cabellos eran serpientes y su mirada petrificaba a cuantos osaban retarla; entre otras hazañas destaca la liberación de su madre Dánae y la de Andrómeda, hija del rey Cefeo. No es pues casual que esta constelación tenga por vecinas a otras cuyos nombres se extraen, asimismo, de este relato mítico.

Recorrida en gran parte por la cinta galáctica, la constelación de Perseo comprende una de las partes del cielo más densas y ricas en estrellas. En ella se ha creído localizar la parte más abigarrada del brazo exterior de la Vía Láctea, conocido por el "Brazo de Perseo". A simple vista, podemos contar más de cincuenta estrellas y localizar sin dificultad uno de los objetos más espectaculares de nuestro hemisferio celeste: el cúmulo doble h/æ del que nos ocuparemos más adelante. Sin embargo, el protagonismo de esta constelación del cielo invernal queda en parte atemperado por el brillo de vecinas tan rutilantes como Auriga, Casiopea, Andrómeda o Tauro.

La línea principal de Perseo arranca en las proximidades de Casiopea con la binaria eta (3,8), se prolonga a través de la gamma (2,9), la alfa o Mirfak (1,8) y la delta (3,0) para curvarse hacia el S con la épsilon (2,9) y culminar en la zeta de igual magnitud que la anterior. Un brazo del gigante parte de la delta hacia el E para finalizar en el NGC 1582, un cúmulo abierto de la séptima magnitud, mientras que el otro se inicia en la alfa y sostiene en su extremo S "la cabeza del ogro", la célebre Algol (beta Persei).

Ninguna otra variable ecilpsante de nuestro cielo es tan asequible para el aficionado como Algol, ya que en breve espacio de tiempo y con absoluta regularidad podrá observar cómo este astro pasa de su magnitud habitual de 2,1 a 3,4. En 1782 Goodricke estableció su periodo en 2 días veinte horas y treinta minutos. En realidad las causantes del eclipse son dos estrellas separadas por tan sólo 10,5 millones de kms. : la primera de color anaranjado, menos brillante que su compañera aunque de mayor volumen, es una semigigante cuyo diámetro es 3,6 veces mayor que el del Sol. La segunda de tono blanquiazul supera el diámetro solar en 3,2 veces. Los pasos de un astro sobre el otro producen sendos eclipses; el principal es total y tiene lugar cuando la estrella más voluminosa oculta a su compañera por completo durante seis minutos, aunque el eclipse dura de hecho unas 9 horas. Es realmente espectacular ver cómo el brillo de Algol comienza a decrecer hasta alcanzar su mínimo en 4 horas y treinta minutos.

Rho es otra variable de fácil localización que brilla a tan sólo dos grados al S. de Algol. Es una gigante roja situada a 200 años-luz de distancia. Con un periodo de 40 días marcado por imprevistos, dicha estrella pasa de la magnitud 3,2 a la 3,8.

Perseo es rico en cúmulos abiertos, nada menos que cinco presentan una magnitud conjunta por debajo de 7,0, lo cual nos permitirá la observación con prismáticos. De este nutrido grupo, sobresale el célebre Cúmulo Doble (NGC 869-884) cercano al límite más septentrional de la constelación con Casiopea. Los prismáticos nos permitirán admirar de un solo vistazo estos dos espléndidos cúmulos, sin embargo será preciso disponer de un telescopio para poder contar sus estrellas y percibir los rasgos más destacados de su estructura. El más occidental, NGC 869, con una magnitud conjunta de 4,3 es más brillante y concentrado que su compañero. Ya era conocido por Hiparco hacia el 150 a. de C., así como tampoco pasó desapercibido para Ptolomeo que lo recoge en su célebre catálogo Almagesto. Lo forman alrededor de 200 estrellas, casi todas blanquiazules que se distribuyen en un campo muy extenso formando parejas y triangulaciones que nos hacen pensar en la existencia de sistemas múltiples. Es sorprendente descubrir en un campo tan rico, la singularidad de un pasillo oscuro desprovisto de estrellas que se extiende entre el núcleo y la periferia.

El NGC 884 se distingue de su compañero por ser algo menos concentrado y brillante, 4,4 de magnitud conjunta. En su mayoría está compuesto por estrellas blancas y azules, aunque alberga una importante cantidad de amarillas y anaranjadas, sin olvidar algunas rojas variables de largo periodo. Sus 150 estrellas se distribuyen en un campo similar al de su vecino, unos 30', el que ocupa aproximadamente la Luna llena. El NGC 884 presenta una estructura tan irregular como la del NGC 869, incluso también encontramos en él un pasillo oscuro que lo divide. En definitiva, cada uno de los dos cúmulos, denominados todavía en algunos catálogos con las letras h/æ, tiene un diámetro de 85 años-luz y ambos distan 8.000 años-luz de nosotros.

El NGC 1528 es otro destacado cúmulo abierto que encontraremos al NE. de la delta, a medio camino entre Mirfak y Capella. Sus sesenta componentes azules y blancas se distribuyen en un extenso campo y le confieren una magnitud conjunta de 6,5.

Por último, encontraremos dos cúmulos abiertos interesantes sin alejarnos mucho de la beta Persei. Ambos se encuentran sobre un eje NO - SE cuyo centro aproximado es ocupado por Algol. En el extremo NO, ya en el límite con Andrómeda, brilla el M 34 (NGC 1039) compuesto por un centenar de estrellas; la mitad se concentran en su núcleo lo que le convierte en un objeto muy brillante, excelente para la observación con prismáticos. Este conjunto presenta una magnitud de 5,5 y se encuentra a 1.400 años-luz de distancia. En el extremo opuesto se encuentra en un campo muy pobre el NGC 1342, un cúmulo abierto situado 1.800 años-luz; su magnitud conjunta de 7,0 hace de él un objeto menos atractivo que el anterior.




Andrómeda

Según la leyenda, Andrómeda, hija del rey Cefeo, se hallaba encadenada a la orilla del mar al alcance de la voraz "Ballena" cuando Perseo sobrevolaba las tierras de Etiopía. Ante los lamentos de Andrómeda, Perseo descendió y derrotó al monstruo marino que quedó petrificado ante la letal mirada de Medusa que el héroe le mostró.

Flanqueada por Perseo y Pegaso, la constelación otoñal de Andrómeda, nos presenta en su cuerpo principal una alineación de tres estrellas regularmente espaciadas que componen un segmento ligeramente curvado. Dicha alineación se inicia en su extremo SO con Alferatz "el hombre del caballo", llamada también Sirrah. Se trata de la alfa Andromedae que cierra en su extremo NE el mal llamado "Gran Cuadrado del Pegaso". Alferatz, con una magnitud de 2,1, es una binaria espectroscópica de color blanco que tiene un periodo de revolución de 96,7 días, dista unos 105 años-luz y es cien veces más luminosa que el Sol. Beta Andromedae o Mirach, "delantal", es la estrella central de la mencionada alineación; es una gigante roja cincuenta veces más luminosa que el Sol; presenta una magnitud de 2,3 y dista 82 años-luz de la Tierra. El tercer astro que completa el segmento es la gamma Andromedae o Alamak, "lince del desierto", que se sitúa a 160 años-luz y constituye uno de los sistemas triples más conocidos del firmamento; Meyer desdobló Alamak en 1777 y Otto Struve localizó su tercer componente en 1842. La estrella principal de color naranja es de la magnitud 2,3 y la secundaria de tono azul, situada a 10" de arco, es de la 5,1. Principal y secundaria son respectivamente 200 y 16 veces más luminosas que el Sol. El tercer componente, a pesar de su magnitud 6,6, está fuera del alcance de instrumentos de aficionados, ya que forma con la secundaria un sistema físico muy cerrado con un periodo de revolución de 61,1 años.

Si por algo el gran público conoce el nombre de Andrómeda es sin duda por la presencia del único objeto celeste que puede rivalizar en vistosidad con la Nebulosa de Orión; éste no es otro que el M 31, popularmente llamado la "Gran Nebulosa de Andrómeda", aunque en realidad se trata de la galaxia más próxima a la nuestra, perteneciente al Grupo Local, y la única que puede observarse a simple vista en noche oscura y sin luna. M 31 alcanza la magnitud visual de 4,7. No tardaremos en localizarla si partimos de la Beta, la estrella central del trío que estructura la constelación, y nos dirigimos hacia el NNO componiendo una segunda alineación perpendicular a la principal. Encontraremos primeramente la Mu de la magnitud 3,9 y posteriormente la Nu de la 4,5. Al centrar sobre ella nuestra vista percibiremos ligeramente al oeste una nubecilla alargada y borrosa. Sólo entonces habremos localizado nuestra vecina galaxia espiral de la que nos separan 2,3 millones de años-luz. M 31 presenta un diámetro de 150.000 años-luz, incluidas las estribaciones exteriores y alberga una masa estelar de 370.000 millones de masas solares; su tamaño angular es muy superior al de la Luna, 200' por 50', aunque sin instrumentos adecuados no apreciaremos su estructura espiral y tendremos, por tanto, que contentarnos con admirar su núcleo. M 31 se halla flanqueada por dos satélites, el M 32 al Sur, una galaxia esférica de la 8,9 de magnitud que bien pudiera parecernos con modestos anteojos una estrella más, y el NGC 205 al Norte, otra galaxia elíptica de la 9,4 de aspecto difuso.

Aunque ningún objeto celeste de Andrómeda pueda rivalizar con M 31, existen sin embargo otros de interés. Al sur de Alamak encontramos el NGC 752, un cúmulo abierto de escaso brillo, pero que alcanza una magnitud conjunta de 7,0. Sus 85 estrellas se reparten por un campo muy extenso con cierta tendencia a componer tríos visuales y sinuosas alineaciones. Finalmente, en el extremo opuesto de la constelación, ya en las proximidades de Lacerta, se encuentra la nebulosa planetaria NGC 7662 cuya magnitud de 8,6 permite su observación con pequeños anteojos.





Tauro

La constelación zodiacal de Tauro es una de las más características de nuestro cielo invernal. Hacia el mes de noviembre se deja ver hacia el Sur en las primeras horas nocturnas. Su nombre y el de asterismos tan notables como las Híades o las Pléyades aluden a diferentes sagas de la mitología griega. Tauro evoca al toro manso que Zeus tomó como apariencia para secuestrar a Europa, la hija del rey de Fenicia. Por su parte, las Híades, hijas de Atlas, gigante que sostiene la bóveda celeste, lloraron tanto la muerte de su hermano Hías que los dioses las transportaron al cielo transformándolas en estrellas de la lluvia. Así, las Híades nombran el extensísimo cúmulo abierto en forma de "V" inclinada que forma la cabeza del toro. Finalmente, las Pléyades, uno de los nombres por los que se conoce a las Hespérides, eran siete como las Híades, y al igual que éstas, procedían del mismo padre.

Localizar Tauro es tarea fácil si nos servimos para ello de las tres estrellas que componen el Cinturón de Orión. Prolongando esta alineación hacia el NNO. nos llamará poderosamente la atención una brillante y rojiza estrella que se sitúa en la cabeza del toro, centro que estructurante de la constelación. Se trata de alfa Tauri o Aldebarán "el que sigue", ya que efectivamente sigue a las Pléyades en el desplazamiento aparente de los astros de Este a Oeste. Aldebarán es una gigante roja de la magnitud 1,1, 120 veces más luminosa que el Sol y situada a 68 años-luz. Su vecindad con el cúmulo abierto de las Híades es sólo aparente, ya que este conjunto estelar se encuentra al doble de distancia, pero ello no es obstáculo para que Aldebarán complete esa atractiva figura de "V" inclinada que presenta el cúmulo.

Las Híades -Mel 25- constituyen el cúmulo abierto más cercano al Sol, a tan sólo 140 años-luz. La posibilidad de observar sus principales componentes a simple vista hizo que ya fueran conocidas en el S. IV a. de C.. A pesar del extensísimo campo que ocupan y de la dispersión de sus estrellas, características que aconsejan su observación con prismáticos, las Híades presentan una magnitud conjunta de 0,8. Sus 130 componentes son en su mayoría blancas, amarillas y anaranjadas. Entre las estrellas binarias que podemos resolver a simple vista destacan la sigma con magnitudes de 4,8 y 5,1, y sobre todo la Theta con 3,6 y 4,0; ambos pares los encontraremos en las proximidades de Aldebarán. En conjunto, las Híades forman una corriente estelar que se dirige a Orión, hacia un punto próximo a Betelgeuse, por lo que es previsible que en su lento desplazamiento lleguen a rodear Aldebarán para posteriormente distanciarse de ella.

Las Pléyades, situadas al N. de las Híades, constituyen el cúmulo abierto más llamativo del cielo por su brillo y disposición; quizá por esto último se le suele confundir con la Osa Mayor, constelación muy alejada de él y mucho más extensa. Ya fue observado por astrónomos chinos en el año 2357 a. C. y Galileo detectó con su modesto anteojo 36 estrellas. A simple vista podemos contar seis componentes, aunque en excepcionales ocasiones hay observadores que afirman haber detectado hasta diez.
Con unos prismáticos, las Pléyades adquieren una mayor si cabe vistosidad al permitirnos admirar curiosas alineaciones entre las que destaca la que se inicia en la cuádruple Alcione. La zona más atractiva es sin duda la comprendida por Merope, Electra, Maya y Alcione. El conjunto alcanza una magnitud de 1,5 y cuenta con un mínimo de 130 componentes propios del cúmulo que presentan magnitudes de la 3,0 a la 14. Constituyen una corriente estelar que se desplaza de NO a SE cinco grados y medio por siglo. Son estrellas jóvenes, en su mayoría azules y blancas; las principales se hallan envueltas por nubes de gases que fueron fotografiadas por primera vez en 1.885 por los hermanos Henry. La mayoría de los catálogos atribuyen al cúmulo una edad inferior a cien millones de años y una distancia notablemente menor a la de Rigel, pues sólo distan 410 años-luz del Sol.

Otros dos cúmulos abiertos reseñables, el NGC 1647 y el NGC 1746, los hallaremos prácticamente alineados entre Aldebarán y Elnath, la beta que forma uno de los cuernos de Tauro. NGC 1647 alcanza una magnitud conjunta de 6,4. Sus 55 estrellas, en su mayoría azules y blancas, se disponen de forma irregular presentando zonas despobladas y curiosos emparejamientos. Por su parte NGC 1746 es algo más brillante que el anterior, aunque su magnitud conjunta es de 6,5. Sus 65 estrellas, entre las que abundan azules y blancas, se distribuyen irregularmente por un campo muy extenso.

El último objeto destacable es la famosa Nebulosa del Cangrejo o M 41; residuo de la supernova cuya explosión pudo ser observada en el año 1.054 de nuestra era. A pesar de presentar una magnitud de 8,4, su observación se halla fuera del alcance de instrumentos modestos, dado su reducido brillo por unidad de superficie. Esta nube nube de gas que actualmente contiene una estrella de 15,9 de magnitud se encuentra a 5.000 años-luz y se expande a una velocidad superior a los 1.100 km/s.






Triángulo

En la antigüedad, esta constelación simbolizaba el delta del Nilo; era un modo de rendir homenaje a la ciencia que se desarrolló en Alejandría. Su nombre latino, Triangulum, fue dado por Hevelius en el siglo XVII.

El Triángulo se localiza entre las constelaciones de Andrómeda al N y el Carnero al Sur. Las primeras horas de las noches de otoño serán favorables para su observación. Tres estrellas localizables a simple vista componen la figura de un triángulo isósceles: la alfa, conocida por los nombres de Elmuthalleth y Muthallah "vértice del triángulo", es de color amarillo claro y alcanza una magnitud de 3,6. Presenta una luminosidad diez veces mayor que la de nuestro sol y dista 64 años-luz. Alfa Trianguli es una binaria espectroscópica al igual que la blanco-amarillenta beta, situada el extremo septentrional de la base del triángulo isósceles. Curiosamente Beta Trianguli es la más brillante de la constelación con una magnitud de 3,1; se le calcula una luminosidad 100 veces superior a la del Sol y se encuentra a 180 años-luz. Cierra la base del triángulo la gamma de la magnitud 4,0. Por otra parte, la situación de la delta, de color anaranjado y de magnitud 4,9, nos permite entender por qué los antiguos asociaron esta constelación con la figura de un delta.

A pesar de ocupar un reducido campo, el Triángulo contiene objetos de gran interés. Comencemos por la R, una variable roja del tipo Mira situada en el borde nororiental de la constelación; con un periodo de 266 días, esta estrella pasa de la magnitud 5,5 a la 12,5. Sigamos con la iota, una de las más atractivas dobles físicas de nuestro cielo situada a 330 años-luz de distancia. Sus componentes, a su vez binarias espectroscópicas, presentan magnitudes de 5,4/6,8 y una separación de 3,8", lo que las hace resolubles para una abertura de 7'5.

Sin duda, el objeto que confiere cierta fama a esta pequeña constelación es M 33, una galaxia espiral perteneciente al Grupo Local que se encuentra a 2,5 millones de años-luz. Es la tercera del grupo tras la de Andrómeda y la nuestra por sus dimensiones -50.000 años-luz de diámetro- y su masa- 100.000 millones de soles-. Su magnitud es de 6,8, si bien presenta una muy baja luminosidad superficial, ya que la vemos casi frontalmente y su brillo se distribuye por un campo de 60'x 40', es decir: aproximadamente tres veces el de la Luna llena. Ello hace imprescindible como mínimo la utilización de prismáticos potentes, del orden de 11 x 80. Así podremos apreciar una difusa nube de tono grisáceo sin apenas contraste entre su zona central y periférica.






Balanza

Hacia el mes de mayo podremos observar esta constelación zodiacal que antiguamente estaba integrada en Escorpio. Para los griegos representaba la justicia, quizá por la curiosa igualdad de sus dos estrellas principales. La constelación comprende una zona pobre en objetos celestes cuyo máximo atractivo pudiera ser el paso de algún planeta por ella o la observación de sus estrellas más destacadas, cuatro de las cuales (alfa, beta, gamma e iota) forman un cuadrilátero en el centro de la constelación.

Alfa y Beta de Libra son denominadas respectivamente Kiffa Borealis y Kiffa Australis; su apelativo común significa "platillo" en alusión al par que compone la balanza. Ambas estrellas son de la 2,7 de magnitud. La amarillenta Kiffa Borealis es una doble óptica resoluble a simple vista, ya que sus componentes, de 2,8 y 5,3 de magnitud, se encuentran a 231" de separación. La blanco azulada Kiffa Australis es unas 120 veces más luminosa que el Sol y se encuentra a 148 años-luz.

Delta de la Balanza es una estrella cuyas variaciones de brillo, entre 4,8 y 5,9, pueden apreciarse a simple vista. En realidad se trata de dos soles blancos que se eclipsan mutuamente completando un periodo de 2 días, 7 horas y 51 minutos, aunque el eclipse propiamente dicho dura tan sólo trece horas. Otras estrellas reseñables por su brillo son la roja sigma de la 3,4 de magnitud en el borde de la constelación con Hydra y dos estrellas en el borde con Lupus, la tau y la nu, ambas de la 3,7 de magnitud. Otros objetos celestes como el cúmulo globular NGC 5897 no están al alcance de nuestros prismáticos, ya que su magnitud conjunta es de 10,9.

CAN MENOR

El nombre de esta constelación alude al perro de caza de Orión y su estrella principal, Proción, "el jefe de la jauría", es denominada también en árabe Elgomaisa: "Sirius con los ojos pegados de llorar". A tan sólo 11 años-luz, Proción es la estrella más próxima a la Tierra después de Sirio y de la alfa del Centauro y su magnitud de 3,8 la convierte en la octava más brillante del cielo; es diez veces más luminosa que el Sol y se acerca a nosotros a 4 kms por segundo. En realidad se trata de una estrella binaria; cuya compañera es una enana blanca de la magnitud 10,8 que completa un giro en torno a la principal cada 40,65 años.

La beta del Can Menor, llamada también Gomeisa, presenta un tono azulado y una magnitud de 2,89; muy próxima a ella se encuentra la gamma, un astro binario de color naranja y magnitud de 4,32. Poco más nos ofrece esta constelación pobre en estrellas aunque atravesada por el borde de la Vía Láctea; tan sólo mencionaremos la anaranjada eta, una doble de la quinta magnitud, y la triple 14 cuya componente principal es de la 5,4.




CABALLITO MENOR

Caballito (definición castellana: “Caballito Menor” según Comellas), es una pequeña constelación, ya catalogada por Ptolomeo, cuyo nombre rememora el regalo que Mercurio hizo a Cástor al ofrecerle Celeris, el hermano de Pegaso. Lejos de las regiones ricamente pobladas de objetos celestes, apenas si vislumbramos unas cuantas estrellas entre las constelaciones del Delfín, Acuario y Pegaso. Entre ellas Kitalphar es la más luminosa de todas, y no por ello deja de ser una modesta estrella de la magnitud 3,9 que se encuentra a 150 años-luz de la Tierra. Le siguen en brillo la delta Equulei la 4,6 que dista 52 años-luz y cuenta con una compañera de la 5,5 que es prácticamente irresoluble ya que se encuentra a tan sólo 0,3” de la principal, y la gamma de la 4,7, situada a 155 años- luz que forma un par físico con una estrella de la magnitud 11 y, un par óptico con la 6, una estrella de la sexta magnitud situada a 400 años-luz de la Tierra.














EL RETABLO MAYOR DE LA CATEDRAL DE CIUDAD REAL


MERCEDES MARÍN CAMINO
ÁNGEL CAMPOS MARTÍN-MORA


MONOGRAFÍA DE 1985















ÍNDICE

- Prólogo

- En torno al retablo

- Descripción y análisis del mismo

- Breve semblanza del escultor y su obra

- Documentación complementaria del retablo

- Notas

- Bibliografía


PRÓLOGO


El retablo que nos ocupa merece nuestra atención y la de cualquiera de cuantos se acerquen asiduamente a él por la variedad y riqueza que poseen todos los elementos y caracteres que lo componen, por la monumentalidad y perfección de sus tallas y relieves. A pesar de ello, la obra compone un conjunto no suficientemente valorado por los estudiosos, a excepción de Hermenegildo Gómez Moreno que se ocupa de una descripción general del mismo. Sin embargo, el Retablo ha sido suficientemente estudiado en sus aspectos extrínsecos: el donante, la documentación de las condiciones bajo las que se contrató la obra, los artífices en cuanto a su relación con el Retablo; aspectos de los que daremos sobradamente cuenta en el transcurso del estudio que pretendemos ofrecer. Y si tuviésemos que hacer otra excepción en lo anteriormente referido citaremos a Benito Portuondo que nos ofrece una visión general sensible y lúcida.

El Retablo Mayor de la Catedral es, aunque no la única, la pieza más valiosa de la Basílica, si bien es preciso recordar tanto el Retablo de San Miguel en la Capilla del Sagrado Corazón de estilo greco-romano como el del altar mayor y la corona de plata de 1614 que se atribuye al joyero cordobés Tomé Acosta, autor también de un notable Porta-paz . El estilo pagano y frío de esta gran obra podría en un principio restar fuerza y expresividad al conjunto, pero la perfección en la talla y la sabia disposición de los paisajes y grupos escénicos apuntan esa emoción contenida que de él emana. Sin duda nos encontramos ante una destacada obra de la imaginería española del siglo XVII realizada por encargo de Juan de Villaseca, figura que condicionó el desarrollo del proyecto a través de sus estrictas disposiciones y directrices.



















EN TORNO AL RETABLO

En 1531, antes de la concesión de licencia de remodelación del templo por el Cardenal Astorga, el estado ruinoso de la entonces iglesia de Nuestra Señora del Prado hacía de este edificio un lugar de culto inapropiado para la creciente población de la villa. El templo albergaba un raquítico retablo que tan sólo cubría la mitad del muro del ábside y ponía de manifiesto la pobreza ornamental del interior de la iglesia. Finalizada dicha remodelación , posteriormente enriquecida con la construcción de la sacristía en 1551 y del coro que data de 1581, quedó más patente el desequilibrio e inadecuación del antiguo retablo en el conjunto interior ostensiblemente mejorado. Fue en 1612 cuando se concertaron las obras para el nuevo retablo gracias a la aportación personal de Don Juan de Villaseca, hijo de Ciudad Real establecido en Méjico donde hizo fortuna al igual que otros muchos manchegos en aquellos tiempos como Diego de Almagro o Bernardo Balbuena, por citar dos de los más sobresalientes ejemplos (1). En 1610, Juan de Villaseca era secretario del virrey de Nueva España Don Luis de Velasco, Marqués de Salinas (2). A pesar de su lejanía, el donante no rompió sus vínculos con su patria natal, prueba de ello lo constituyen los envíos regulares de dinero y bienes a sus primas y los intereses económicos que le unían con España. Así, parte de los fondos destinados a la obra se encontraban ya puestos a censo sobre el pósito de Ciudad Real y otra parte de los mismos estaba obligado a pagárselos el consejo de la villa de Arenas, de la Orden de San Juan, cuyos censos habrían de amortizarse; pero dudando que Arenas pudiera afrontar los compromisos contraídos, se comprometió a enviar de nuevo a España la cantidad que hubiere menester, ya que en este asunto Juan de Villaseca no quería de ningún modo que nadie, salvo él, pusiese algún dinero o cualquier otra clase de aportación cuando afirmaba: “porque mi voluntad es que el retablo se haga de los dichos diez mil ducados y que nadie ayude a la costa porque no se pueda decir en tiempo alguno que se hizo con dineros de otras personas ni que otro que yo puso en la fábrica de dicho retablo cosa ninguna” (3). Para llevar a cabo su voluntad, Juan de Villaseca dio poder en Méjico el 14 de Enero de 1610 al licenciado Alfonso de Rojas de León, abogado y vecino de Ciudad Real, con la salvedad de que éste no podía obrar por su cuenta, sino conjuntamente con dos regidores designados por la villa y nombrados en su cabildo el 9 de agosto del mismo año. Tales fueron los caballeros Don Cristóbal Bermúdez y Don Alfonso de Ureña Carrillo. Estos tres caballeros tendrían como cometido contratar los maestros más acreditados para llevar a feliz término la obra que sería concertada por escritura pública ante el notario Juan Pérez de Meléndez el 4 de enero de 1612. Las peregrinas a veces y pormenorizadas condiciones reflejadas en la escritura del contrato para las obras reflejan la personalidad y formación intelectual y artística, nada despreciables, del donante que ya en el final de sus días parece empeñado en concebir y levantar una obra que deje una huella indeleble de su tránsito por la vida.

La escritura recoge el poder por el que quedan fijadas las siguientes cláusulas:

”Que los maestros y oficiales con quien se concertare y asentare la fábrica de dicho retablo, sean obligados a hacerlo conforme al modelo que se les diere sin exceder de los diez mil ducados, so pena de que pierdan lo que hubiesen trabajado. Item que si se nombrare comisario a alguna otra persona que asista a cualquiera cosa de la obra del retablo, sea a cargo, la paga, de quien lo nombrare, porque quiero se gasten enteramente los dichos diez mil ducados en la obra del dicho retablo y no en otros gastos, y que ninguna justicia eclesiástica ni seglar se pueda entremeter ni entremeta en cosa alguna de la dicha obra, ni el prelado, ni su consejo y si se entremetiere, por cualquiera causa o razón que sea, quiero, y es mi voluntad, que luego cese y no se prosiga la obra, porque siendo como es voluntaria, no se debe reputar ni quiero que se tenga por eclesiástica hasta que el dicho retablo esté hecho y asentado en el altar mayor” .

En cuanto al dinero destinado a la obra por Juan de Villaseca, éste añade:

”sino hubiese bastante con los diez mil ducados, ruego se le de aviso para mandar lo que falte al cumplimiento en la primera flota que partiere de este reino”.


El poder enviado por el donante fue extendido por Alfonso de Montemayor y legalizado por Diego Núñez y Andrés Gallo, todos ellos escribanos en Méjico. El acuerdo se firmó por Don Jerónimo Palomeque, Don Juan Bravo de Laguna y Juan Pérez Meléndez, secretario éste último de la corporación. De esta manera los anteriormente mencionados representantes de Juan de Villaseca contrataron la obra con el escultor Giraldo de Merlo y Juan de Asten, o Hasten o Haesten, pues de estas tres maneras aparece escrito su apellido probablemente originario de Flandes, ambos vecinos de Toledo, nombrados por otro poder extendido allí mismo ante Cristóbal Hurtado y Blas Hurtado, escribanos de dicha villa, el 14 de diciembre de 1611. En dicho documento aparecen como fiadores de Merlo los nombres de Andrés de Salinas, platero de la iglesia de Toledo, Gabriel de Ávila, bordador, y los escultores , Juan Fernández y Juan Ruiz de Castañeda, los cuales se comprometían a favor de Giraldo de Merlo para la obra del retablo y bajo las siguientes condiciones:

“1º.- Primeramente, que dicho retablo se tiene de hacer por la traza que envió de Indias firmada por Andres de la Concha (4), con las condiciones que en algunas de las condiciones de abajo se declaran y conforme a la dicha traza y su pitipien ha de tener setenta pies de alto y cincuenta de ancho y ocupar enteramente los tres ochavos de la capilla mayor de la dicha iglesia, llegando en su altura a la bóveda y todo lo que más pudiere y de ancho á las pilastras de afuera de los dichos tres ochavos, distribuyendo todo ello conforme á buena archititura y no apartándose de la dicha traza, cosa si solo en lo que fuere alterado por estas condiciones y si conviniere no llegar con un pie poco más ó menos á las dichas pilastras, no llegue.

“2º.- Que el dicho retablo conforme á la dicha traza ha de tener cuatro cuerpos el primero de orden dórica, el segundo jónica, y el tercero corintia y el cuarto compósita, y que en cada uno de los tres cuerpos bajos ha de llevar ocho columnas redondas y sus tres pilares con sus basas y sotabasas y capiteles y en los intercolumnios cuatro figuras redondas en cada
cuerpo sobre sus repisas y tres tableros principales y su cornijamiento y frisos y architraves convinientes á las dichas ordenes como en la dicha traza está puesto, y en el cuarto cuerpo ha de haber cuatro columnas con sus santos redondos y en medio un tablero grande con un cristo crucificado de bulto redondo como en la dicha traza se declara y está puesto.

“3º.- Que la dicha traza en el primer cuerpo y orden, se tiene añadir un banco resaltado conforme al cornisamento y en él se tienen de hacer seis historias de medio relieve con mucho primor, las que fueren señaladas por los tres comisarios y se ha de adornar todo el dicho banco con las molduras y figuras que hubiere menester para que esté en toda perfección y agradable á la vista lo cual ha de ser conveniente á la dicha orden.

“4º.- Que en el friso de la dicha primera orden dórica se quiten los triglifos y metopas que tiene la traza y en su lugar se labre de talla á lo romano obra correspondiente á la dicha orden y que sea curiosa y parezca bien.

“5º.- Que la custodia que está en la traza no se ha de hacer, si, trazar otra mas levantada, que contente á los dichos tres comisarios y si no se hiciere traza á su contento, que ellos puedan buscar otra traza y se haya de hacer conforme se la dieren y que la caja en que ha de estar el Sagrario se tiene de labrar y adornar muy curiosamente conforme la traza del Sagrario lo pidiere.

“6º.- Que todas las repisas y nichos de los intercolumnios de todas las dichas ordenes se hayan de bajar y hacer mas curiosos, y encima hayan de llevar cada uno su recuadro con una figura de mas de medio relieve la que se señalare.

“7º.- Que todas las columnas de la dicha traza, aunque en ella esten revestidos los tercios bajos, no se revistan, por ser obra que no se usa ya y sean muy bien histriadas de histrias derechas excepto las de la orden compósita que se tienen de hacer entorchadas.


“8º.- Que la caja en que ha de estar Nuestra Señora del Prado que tiene que ser en la sigunda orden, en la calle de enmedio se tiene de enriquecer y hacer con grande ornato mas del que tiene la traza y un trono muy rico y que dé mucho agrado á la vista, con ángeles de todo relieve y mucho mas de lo que muestra la traza.

“9º.- Que la caja de enmedio de la tercera orden que es corintia, se haya de hacer de mas de medio relieve la historia de la Transfiguración de Nuestro Señor ó resurrecion lo que se señalare por dichos tres comisarios.

“10º.- Que en la cuarta orden que es compósita, la traza que hace al frontispicio sea mayor de lo que está y esté enhiesta y no atravesada que dé mas lugar á la figura de Dios padre que ha de estar en ella y encima de unas cartelas que ha de tener por adorno, en lo alto está la figura de la Caridad y que á esta tarja se le haga su pedestal como las de los lados y si
fuere conveniente, por detras de la dicha figura de la Caridad se le ponga una pirámide ú otro remate que suba mas hasta tocar en la bóveda de suerte que parezca bien y haga buena obra.

“11º.- Que si los arcos de la capilla mayor no dieren lugar á que se hagan las cuatro columnas compósitas y dos nichos que estan en la cuarta orden en la dicha traza, que se quiten dos columnas de afuera y las dos figuras de los nichos, que son San Juan Evangelista y Nuestra Señora, se metan en la caja del Cristo á los lados de la cruz bien acompañados en sus repisas y, arrimado a las colunas que han de quedar, se haga un ornato muy curioso acomodado de sitio y que parezca bien y se pongan dos figuras redondas que correspondan á las que han de estar fuera.

“12º.- Que los santos que han de estar en los nichos á los lados de la custodia en la primera orden, han de ser San Pedro y San Pablo y los que han de estar á los lados de la imagen de Nuestra Señora del Prado, han de ser San Joseph y San Juan Bautista y los demas santos que faltan Para enchir los nichos, sean los apóstoles, cada uno en el lugar que se señalare por los dichos diputados y los cuatro santos redondos que han de estar en lo alto fuera de nichos, seran de los mismos apóstoles y San Bernabé que lo es del Espíritu Santo,
para que esten todos los apóstoles en este retablo y en lugar de dos figuras desnudas que estan en los frontispicios de los lados, se han de poner dos figuras redondas de apóstoles que correspondan á las que se ha dicho han de ir en la calle de enmedio.

“13º.- Que las tarjas que estan en las calles de los lados por remate, se alcen como estan en la traza y de buena escultura de relieve las Virtudes que estan sobre ellos y lo mesmo las otras dos Virtudes que estan sobre el frontispicio de la calle de enmedio á los lados de la Caridad mas bajas.

“14.- Que por la parte de afuera de los lados del dicho retablo en todas cuatro ordenes, digo tres, se resalten los traspilares hasta que arrimen á la pared con sus molduras y basas como estuvieren detras de las columnas.

“15.- Que las figuras redondas y colunas han de ser guecas cada cosa en su modo porque no hiendan, y a las colunas les ha de quedar el grueso necesario para la fortaleza que han menester.

“16º.- Que la architictura de todas las cuatro ordenes asi en las cornijas como en los frisos y architrabes bancos y pedestales, basas y capiteles y lo demas, se haga con toda perfeccion y con el adorno y ornato conveniente conforme al buena architectura y á que la obra quede hermosa y bien adornada y con medidas, concurriente todo a cada orden y como se muestra en la traza, excepto en lo que va alterado por estas condiciones.

“17º.- Item que toda la dicha architectura ha de ser elegida y no ha de llevar cosas en todo él que sea aplacada porque no es tan buena obra ni de tanta duracion.

“18º.- Que las historias de los tableros principales de las ca1les de los lados y las del altar y las que estan encima de ellos han de ser de mas de medio relieve, y que los brazos y otros miembros que convinieren ir volados para la perfeccion de las figuras lo vayan y estas
historias sean de las que señalen los dichos diputados y han de ir con toda perfeccion y sus guarniciones por de fuera que adornen y enriquezcan la obra.

“19º.- Que todo el dicho retablo se ha de ir reparando y enlazar y plastecer y poner visagras en todas las partes que tuviere necesidad de ello como enjutas y hendeduras y otras partes que se tema que podrá saltar como son nudos y teas, que todo ello se tiene que reparar y fortificar de suerte que en ningún tiempo puedan abrir las juntas ni hendeduras ni saltar nudos, ni el oro y colores que sobre ello se pusiere y que si dentro de diez años de como se acentare abriese alguna junta ú hendedura ó saltare algun oro, la obra que causare fealdad, han de ser obligados á su costa á lo aderezar y reparar de suerte que no se pueda ver el dicho vicio y cese adelante.

“20º.- Que todo el oro que se gastare en el dicho retablo tiene que ser oro fino de martillo sin que ninguna parte del, aunque sea debajo de lo estufado, se pueda echar oro partido ni plata, sino oro fino, y que ansi mismo las colores que se gastare sean finas y de las mejores que se pudieren echar y bien mezcladas y preparadas de suerte que no puedan en ningun tiempo saltar ni perder el color ni perder el punto en que quedaren cuando se ponga el retablo.

“21º.- Que se ha de dorar de oro fino como va dicho todo el dicho retablo asi la architectura y ensamblaje como la talla historial sin que de parte del que se descubra ni pueda descubrir por cualquiera parte que no esté dorado y lo mismo las cajas del Sagrario y Nuestra Señora y de las demas historias.

“22º.- Que las cornijas y alquitraves y colunas y otras molduras han de ir doradas todas y bruñidas muy bien sin llevar colores, excepto en la escultura de los frisos que han de ir coloridos en las partes que para hermosura y ornato y propiedad de la obra lo hubieren menester y que las figuras redondas y las de relievo y las historias y respaldos y demas partes deste retablo que para su perfeccion y ornato y hermosura ha de ir de buena obra lo requisieren, hayan de ir sobre el oro estofados y brocados y telas, follages y grabados que convengan a punta de pincel y con toda perfeccion y propiedad, teniendo atencion á que lo estofado del banco y primera orden sean labores mas menudas y mientras mas en alto estuvieren sean mayores para que se vean y deslumbran y sean con la propiedad que cada figura ú historia ú parte requiere.

“23º.- Que para meter el oro se tienen de hacer todos los preparamentos que convengan y sean necesarios asi de colas como de yesos y de bol y de las demas cosas que hubiere menester para su perpetuidad y que no salte otro dia y limpiase muy bien cornijas y otros instrumentos las partes que convengan y lo tengan necesidad antes que se asiente el oro, porque despues se siente bien no se rompa y se bruña bien que quede con mucho lustre y resplandor y con toda perfeccion y no se descubra el bol ni lo que estuviere debajo del oro.

“24º.- Que los rostros y partes desnudas se tienen de encarnar á pulimento y con mucha perfeccion y arte de suerte que a cada figura se le dé el punto que requiere para que quede con mucha propiedad conforme á lo que representare.

“25º.- Que el dicho retablo le tienen de dar acabado en toda perfeccion alli, de buena obra, ansi en la architectura y ensamblaje y talla como en el dorado y estufado, y asentado en la iglesia, en su lugar y a nivel y bien fortificado y trabado por detras con las trabazones y mechinales que hubiere menester, dentro de cuatro años que corre del dia que se ficiere la escritura, y a vista de vedores que cada parte nombre el suyo, los cuales, antes de asentarse el retablo, le vean pieza por pieza y con juramento declaren se esta bien hecha y dorada y con la perfeccion que debe tener á la buena obra, asi para su duracion como para su hermosura y propiedad y si está el retablo conforme á la traza y de estas condiciones y si declararen no ser tal, la tienen de enmendar y hacer de nuevo, hasta que sea cual debe y que si despues de asentado el retablo pareciere tener algun defecto de estar torcida alguna pieza ó figura ú mal encajada ú hendida ú quebrada ó con otro defecto, sean obligados á lo quitar y aderezar y hacer
de nuevo si fuere necesario la tal pieza ó piezas.

“26º.- Que para asentar el retablo susodicho han de hacer los maestros á su costa la basa y asiento ó banco bajo, sobre que ha de asentar, sacandole desde lo firme de la tierra de cal y canto ó con tres arcos fuertes que esten debajo de la mesa de las gradas y que dende ellos suba lo que se descubriere sobre la dicha mesa de piedra, alzada con sus resaltos, como la obra del retablo requiere y para ello tiene de desbaratar las gradas y mesa y altar y volvello á hacer de nuevo, porque como hoy estan no puede ponerse el retablo y les tiene de dar el altura y ancho y gradas que fueren necesarias y las gradas han de ser de piedra labrada del Viso que reciba pulimento y la mesa que tiene de enladrillar de los azulejos que hoy estan en las gradas y á los lados de las gradas se tienen de poner sus pasamanos y verjas de madera y pilastras con sus ternos y pirámides y dende las dichas gradas correr dos antepechos con sus verjas y pilastras hasta las pilastras del muro de la iglesia y han de quedar debajo tres bóvedas, dos para entierros á los lados y una capilla enmedio con dos puertas á los lados y debajo de las gradas han de quedar otros dos huecos del tamaño que estan los que hoy hay debajo de las gradas que son entierros, para que le quede á sus dueños y todo esto ha de ir conforme está dibujado en una planta que hay de por si.

“27º.- Que detras del retablo dende la capilla ha de quedar debajo de la mesa del altar y gradas ha de subir una escalera de yeso hasta la caja de Nuestra Señora del Prado para poder subir a vestilla y desnudalla y la dicha caja ha de tener puertas que se puedan abrir por detras y el trono en que estuviere la imagen ha de poder dar vuelta en redondo como torno para que se pueda vestir sin entrar en la caja.

‘28º.- Que por la hechura del dicho retablo banco de piedad y gradas y lo demas declarado en estas condiciones se le tiene de dar diez mil y quinientos ducados pagados en esta forma, en veinte y tres mil rs. que tiene de costa la madera que trujo para
esta retablo que se le ha entregado y la piedra de jaspe y pilastras y verjas que está labrado para la dicha obra (5) y sobre esto se le tiene de dar, luego que se traiga de Sivilla, el dinero que está para esta obra en la casa de contratacion, cumplimiento á tres mil y trescientos ducados y dentro de un año otros mil ducados y dentro de otro otros mil ducados y en estando la obra para doralla que se entiende que está acabada de labrar toda la madera ú que falte poca y que está bien seca y enjuta para que no haga vicio, se le tienen de dar para oro otros mil ducados y otros mil ducados como se vaya dorando y para asentallo y la resta que son tres mil ducados se le tienen de pagar en seis años á quinientos ducados cada año.

“29º.- Que si por no haberse á los plazos que va dicho las pagas no pudieren cumplir los dichos maestros, que por el tiempo que cesaren las pagas no corra el término de los cuatro años.

“30º.- Que los dichos Giraldo de Merlo y Juan de Hasten no tienen de traspasar la dicha obra á otros maestros antes la tienen de hacer por sus personas y de sus oficiales asistiendo siempre con ellos por sus manos el dicho Giraldo de Merlo la escultura y figuras redondas y de relievo y historias sin lo poder cometer á otro y han de asistir en esta ciudad y hacer el dicho retablo sin poderlo sacar fuera á hacer.

‘31º.- Que al tiempo que los vedores que las partes han de nombrar como se contienen en la condición 25 vayan viendo las figuras y piezas deste retablo, las vayan tasando debajo de juramento en su justo valor, y si la tasacion que ansi hicieren del retablo no llegare á doce mil ducados, que todo lo que faltare se le quite otro tanto al dicho Giraldo de Merlo de los diez mil y quinientos ducados en que esta concertado y de todo lo que se tasare mas de los dicho diez mil ó de los doce mil ducados, hace gracia á la iglesia porque solamente ha de llevar el dicho precio en que está concertado aunque se tase en mucho mas.

“32º.- Que si, lo que Dios no permita faltaren antes de acabarse la dicha obra el dicho Giraldo de Merlo y Juan de Hasten por muerte ú otro caso contingente que no la pudiese robar el
que de ellos quedaba y sus herederos y fiadores desta obra, han de ser obligados á buscar oficiales á contento de los dichos tres diputados y de cualquiera dellos que sean vivos y si no del mayordomo y cura que fueren de la dicha iglesia que acaben la dicha obra conforme á la traza y condiciones y por el mismo precio y que si no lo hicieren, que puedan ejecutallos por lo que tuvieren recibido y buscar oficiales á su contento que acaben y hagan la dicha obra y por lo que mas costare los puedan tambien ejecutar con solo su juramento en que desde luego sin otra citacion queda diferido (6)...”

El escultor Giraldo de Merlo hizo otras escrituras complementarias de la precedente destinadas a levantar las bóvedas de enterramientos existentes bajo el altar mayor y a labrar la gradería del presbiterio. Por otro lado el susodicho y Maese Francisco, cantero y vecino de la villa del Viso acordaron por la escritura de 10 de agosto de 1612, la contrata para la obra de los mármoles ante Juan Arias Ortega. Por la dicha escritura Maese Francisco se comprometió a extraer y labrar la piedra de jaspe de la cantera del Viso que sería destinada a las gradas del retablo y altar mayor, y una vez labrada la piedra y raspada con agua y arena, recibiría el cantero quinientos ducados como anticipo del total que se le abonaría a trece reales la vara. Asimismo se acordó que dicha obra se realizase en el plazo de un año comprometiéndose Maese Francisco a entregar los mármoles al cabo del mismo en la iglesia de Nuestra Señora del Prado; no siendo su competencia el asentarlos (7).


El albañil y vecino de Ciudad Real, Juan Díaz, quedó a cargo del asentamiento de las gradas, pedestal y labrado de las bóvedas debajo del presbiterio, pero la tardanza por parte de Juan Díaz en finalizar las tareas que le habían sido encomendadas, obligó a Giraldo de Merlo a presionar al mencionado albañil para que diese término a la obra concertada en novecientos reales por medio del Licenciado Diego de las Higueras, cura de Santa María del Prado, y del Licenciado Alonso de Rojas de León, mayordomo de la dicha iglesia (8).

Según Ramírez de Arellano, la pintura y decoración del retablo fueron encargadas al cuñado de Merlo, Juan de Hasten y no yerno como así lo afirman P. Jara y Delgado Merchán. A pesar de lo acordado y desconociendo las causas, el pintor abandonó la obra dejando una cuarta parte del trabajo por hacer. Este fue finalizado por los hermanos Cristóbal y Pedro Ruiz Delvira, naturales seguramente de la villa de Manzanares, los cuales iniciaron sus trabajos entre finales de 1613 y principios del 14 (9).


Tras el 15 de julio de 1616, fecha en la que el retablo quedó acabado y comenzado su asentamiento, el escultor, el escribano Juan Arias Ortega, el regidor V. Cristóbal Bermúdez y el Licenciado Rojas de León procedieron al nombramiento de tasadores del retablo que recayó sobre Juan de Espinosa, escultor y ensamblador, vecino de Ciudad Real, y Tomas de Teran, pintor, dorador y estofador, vecino éste último de Toledo (10).

Los dichos tasadores juraron establecer el justiprecio de acuerdo ”a su leal saber y entender”. El 27 de julio de 1616 los tasadores Espinosa y Teran, ante el escribano, Arias Ortega, manifestaron su total acuerdo con la obra ejecutada por Merlo y su equipo asegurando que se habían respetado escrupulosamente las condiciones del contrato y valoraron el conjunto en diez y nueve mil ciento y cincuenta ducados.

Acabado el retablo en la fecha anteriormente señalada, se procedió al pago de las cuentas pendientes que fueron abonadas entre el 17 de marzo y el 27 de ju1io de 1616.


DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS DEL RETABLO


Las instrucciones de Juan de Villaseca fueron tan escrupulosamente observadas que la obra resultante obedecería fielmente al diseño y a las exigencias del donante. Así podemos observar como en el retablo de Nuestra Señora del Prado se dan cuatro cuerpos: el primero de orden dórico tras el que se suceden el jónico, corintio y el compuesto o mixto. En cada uno de los cuerpos se dan ocho columnas. El conjunto ofrece un total de cincuenta esculturas, circunscribiéndose sus temas a la Vida y Pasión de Jesucristo. Cuenta, por otro lado, con siete calles. La obra es un magnífico conjunto en honor a la Virgen del Prado, cuya imagen ocupa el centro en la calle cuarta.

En la descripción general del retablo se percibe la ausencia de los evangelistas San Marcos y San Lucas en el cuarto cuerpo que se encontraban a ambos lados del medallón que tiene en su centro la imagen de San Miguel Arcángel, y San Mateo y San Bernabé que se hallaban en el mismo cuerpo a los lados del medallón que contiene la imagen del Ángel Custodio de la ciudad; todas ellas fueron destruidas en el transcurso de la guerra civil, como también lo fueron en el dicho cuerpo los originales del Cristo crucificado, la Santísima Virgen y San Juan Evangelista, conjunto del que tan sólo se repuso la figura del Cristo, si bien la reproducción adolecía de la calidad del destruido. Por otro lado, en el centro del primer cuerpo se hallaba un magnífico tabernáculo que fue posteriormente sustituido por un sillón pontificio procedente de la localidad de Uclés. A pesar de dichos daños y cambios, el retablo de la Basílica corrió mejor suerte que otros de la provincia (11).

El primer cuerpo cuenta con seis tablas en relieve emplazadas sobre el basamento a modo de friso y están dispuestas en el siguiente orden conforme contemplamos el retablo de izquierda a derecha: la Oración en el Huerto, Jesús ante el Sanedrín, la Flagelación, la Coronación de Espinas, el Encuentro de Jesús con la Virgen, camino del Calvario, y por último, Jesús muerto en brazos de María.

En la Oración del Huerto observamos a Cristo en actitud orante ante un ángel portador de una cruz envuelto en una nube sobre un montículo. En el extremo opuesto de la tabla se sitúa el grupo de apóstoles que dormitan bajo un cielo en calma, celeste y difuminado que no se encuentra libre de influencias flamencas. El esfuerzo en la búsqueda de tridimensionalidad pretende ingenuamente crear espacios con recursos tales como situar una línea de montañas a modo de plano intermedio entre las figuras y el cielo. La composición diagonal que presenta esta tabla se manifiesta, por un lado, en la disposición de las cabezas, partiendo del ángel en uno de los vértices hasta el grupo de apóstoles y, por otro lado, en la línea de montañas cuyas cimas se orientan respectivamente en diagonal.

En la tabla de Jesús ante el Sanedrín se nos presenta un interior en el que los elementos arquitectónicos juegan un papel decisivo para crear espacios en una perspectiva cónica frontal, reforzada por la inclinación de las líneas del muro y por elementos estrictamente ornamentales como el arco de medio punto que enmarca la puerta de la estancia. Las figuras se reparten en dos grupos: Jesús y dos soldados en parecida actitud de movimientos en composición simétrica cuyo eje es la figura de Jesucristo maniatada, y el grupo del sumo sacerdote instalado en un solio sobre p1into.

La Flagelación constituye un conjunto de formas y volúmenes en el que es bien patente el centro de interés óptico que recae sobre la figura de Jesucristo en la picota. Existen cuatro figuras en las que los agitados ademanes de los verdugos contrastan con la serenidad del Cristo. Los violentos escorzos de los soldados se contraponen con la suave flexión del cuerpo de Jesús. En uno de los laterales una columna estriada, sustentada en una voluminosa basa, refleja la intención del artista de conectar esta tabla con el retablo.

El friso, interrumpido por el vano que forma el arco de medio punto abierto en el tramo central del primer cuerpo y bajo el que se asienta el Sillón de Uclés, prosigue en su margen derecha con una escena de la Coronación de Espinas. En esta ocasión, las dos columnas aparecen únicamente como elementos decorativos en un interior desnudo en el que destaca el emplazamiento triangular de las figuras, y de nuevo, Jesús aparece sentado en el centro de este triángulo envuelto por los soldados de Pilatos en actitudes de farsa y escarnio.

En el Encuentro de Jesús con la Virgen camino del Calvario el paisaje se halla más tratado, aunque su importancia es secundaria, sin embargo, éste se acomoda al ritmo trágico in crescendo del relato de la Pasión que constituyen las tablas. Los fondos tenebristas refuerzan la atmósfera emotiva con Jesús caído y María reclinada para confortarlo. Simón de Cirene le alivia del peso de la cruz, mientras dos soldados tras él, ataviados con cascos de los tercios españoles, aguardan en reposo la reincorporación de Jesús al tiempo que otros dos, en actitudes enérgicas, tiran de la cruz.

Finalmente, la escena de Jesús muerto en brazos de María, es la culminación de la atmósfera tensa y trágica de la Pasión. Aquí lo accesorio: los fondos, el Gólgota e incluso la cruz, aparecen como elementos exclusivamente referenciales, recayendo todo el trabajo en las figuras de Jesús, la Virgen y Magdalena. Las túnicas rojas rompen con los tonos anaranjados de las otras tablas que, aunque cálidos, no trasmiten el dolor que se halla latente en la escena. Por otro lado, la palidez del cuerpo de Cristo en contraste con los rojos de las túnicas refuerza el clímax de la muerte de Cristo.

Sobre el banco, en hornacinas y entre columnas dóricas adosadas, se encuentran las tallas de los apóstoles Santiago, San Pedro, primera y tercera calles respectivamente y San Pablo y San Andrés, en las calles quinta y séptima. Todas ellas son tallas exentas y de bulto redondo. Se hallan situadas sobre peanas ornamentadas con motivos vegetales. Cada una viene caracterizada por diferentes rasgos iconográficos: Santiago, el báculo de caminante, San Pedro con las llaves de la Iglesia y las Sagradas Escrituras, San Pablo, apóstol de la Iglesia porta las Escrituras y la espada, y San Andrés la cruz en aspa. El gusto clásico se desata libre en las túnicas de los Padres de la Iglesia y en los cabellos y barbas cuidadosamente dispuestos en pliegues y tirabuzones. Asimismo, podemos observar como el gusto de la época por el estilo académico es bien patente en la vestimenta.

En la segunda calle y comprendida en el primer cuerpo encontramos la escena de la Anunciación de Nuestra Señora que constituye uno de los temas más profusamente tratados durante el Renacimiento y el Barroco, y que lo ha sido sin grandes variantes. La Virgen y el mensajero celestial se encuentran en un mismo plano en el proscenio, aquélla a la izquierda y el ángel a la derecha, mientras el Espíritu Santo se dispone sobre la cabeza de María flotando entre nubes. Sin embargo, excepciones en el tratamiento como las de Tiziano en su Anunciación de Treviso, la de un anónimo de 1564 en la que el ángel entra en escena por la izquierda y la de Lorenzo Lotto donde la Virgen y el ángel se encuentran en distintos planos fueron innovaciones afortunadas. En la Anunciación que nos ocupa no se produce ninguna variante digna de resaltar con respecto al modelo una y mil veces repetido. Así pues, el mensajero de nuestro retablo aparece flotando sobre un reclinatorio en el que se encuentran dos libros. El ángel levanta su brazo devotamente sobre la Virgen en un gesto de salutación cortés, Ella, de rodillas, levanta la mirada y expresa en su rostro sorpresa y, levemente, turbación. Todo ello se nos narra en un estilo lírico que se resiente de lo barroco, pero que no deja de ser puramente superficial y exento del aire de misterio que debería acompañar una aparición tan sobrenatural.

En el mismo cuerpo y en la sexta calle se sitúa el relieve de la Visitación de la Virgen a Santa Isabel. Los tonos oscuros y la armonía severa de la composición contrasta con el colorido fresco y los vivos destellos de las figuras. La decoración de la arquitectura a la italiana introduce una nota insólita cuyo efecto decorativo tiene singular encanto. Y como si quisiera afirmar el contraste con la desnudez de la escena central, insiste en la belleza de la decoración. La Virgen abraza a una Santa Isabel de rasgos seniles acompañada por una joven estática y de expresión arcaica. San José observa atentamente el encuentro al fondo de la escena, mientras que con sus manos desproporcionadas sostiene la vara y un fardo a modo de zurrón. Al fondo, un cielo en tinieblas rompe su uniformidad a través de un claro.

Sobre los anteriormente mencionados apóstoles, se localizan cuatro cuadros de medio relieve, como también lo son los de las sibilas y los fundadores de las órdenes religiosas. Estos representan a los cuatro doctores de la Iglesia Latina: San Agustín, San Gregorio, San Jerónimo y San Ambrosio. El primero aparece con los elementos propios de su condición de obispo que lo fue de Hipona. Ante la segunda tabla, nos inclinamos a creer que se trata del monje Ildebrando, que posteriormente adoptaría el nombre de Gregorio VII, ya que los otros dos doctores del mismo nombre y sobre todo San Gregorio Nacianzeno, fueron representados más en Oriente. El impulsor de la reforma del calendario de Dionisio el exiguo, se nos muestra contemplando una tablilla, posible calendario, junto al Espíritu Santo en forma de paloma. San Jerónimo, que en su versión “Vulgata” de la Biblia la Iglesia encontró el texto oficial de las Sagradas Escrituras, está leyendo los textos sagrados e investido de una toga roja y de la teja. Por último, encontramos el busto de San Ambrosio que conforme a su dignidad eclesiástica, obispo de Milán, sostiene el báculo con sus manos cruzadas sobre el pecho, aunque al contrario que San Agustín, no lleva la mitra. Al examinar el conjunto de estos cuatro cuadros se hace patente la disposición simétrica, no solamente por la posición que ocupan en el primer cuerpo, sino también por la inclinación y dirección hacia la que apuntan sus cabezas suavemente giradas hacia la calle central.

Este primer cuerpo queda netamente diferenciado del segundo por un arquitrabe y un friso ornamentado con motivos vegetales y que se ve interrumpido por el arco de medio punto de la calle central.

Las tallas de bulto redondo de los apóstoles del segundo cuerpo que se sitúan en las mismas calles que los del primero, y a las que sumamos la de San José, adoptan parecidos ademanes y flexiones que el resto. Todas ellas están caracterizadas por los diferentes objetos que la tradición piadosa les ha asignado. San Felipe y San Juan Bautista portan sendos callados de caminantes difusores de la Palabra de Dios; San José la vara florida y San Bartolomé las Sagradas Escrituras como difusor de éstas por las tierras de Arabia. Los pliegues de las túnicas, quebrados en aristas vigorosas en San Felipe y San Bartolomé, se dulcifican en las tallas de San José y San Juan Bautista, quien se nos presenta con los hábitos del eremita que vive en la más estricta pobreza, si bien queda atemperada y, en todo caso, dignificada por el aúreo brillo de la vestimenta.

En la Adoración de los Pastores de la segunda calle ninguno de los dos que aparecen se inclinan ante el Niño Jesús, si bien el índice de uno de ellos, desplegado con cierta indolencia o cierta delicadeza pero al fin y al cabo con ambigüedad, nos indica que de Él hablan con gesto sereno desprovisto de emoción, al contrario de lo que sucede en los rostros de la Virgen María y San José. Ella, dulcemente iluminada por el instinto maternal, entorna sus ojos y junta sus manos en actitud fervorosa con la misma intensidad que lo hace su esposo. Su rostro irradia inocencia y gracia que se destacan al ocupar el centro de interés óptico del alto relieve. El paisaje exterior, en contraste con las sombras del interior del establo en el que apreciamos las cabezas del buey y del burro, rompe la oscuridad con sus nubes que tejen un celaje verde y azul interrumpido por la suave claridad que se abre entre ellas. El establo que se nos muestra con gruesos muros compuestos por sólidos sillares, cumple una función de efecto por el que se nos trasmite la sensación de encontrarnos en un palacio desprovisto de todo lujo. El Niño Jesús, en el vértice inferior derecho, aparece ligeramente incorporado sobre el pesebre, no se aprecia ningún detalle destacable. Sin duda, la intención de Giraldo de Merlo no era otra que la de evitar en todo el retablo la preeminencia de cualquier figura que no fuese la de la Virgen María; al fin y al cabo, el retablo, por expresa voluntad de Juan de Villaseca, fue levantado en honor a Nuestra Señora del Prado.






















En la calle central del segundo cuerpo, que es a su vez el nudo gordiano del retablo, se halla instalada, aunque no de manera permanente, la imagen de la Virgen del Prado. De la talla se desconoce su verdadero origen y la leyenda, recopilada por el P. Fray Joaquín de la Jara ( 12 ), no podría justificar por sí misma ninguna hipótesis al respecto. Sin embargo, la tradición del culto podríamos fecharla, siguiendo a Bernardo Portuondo, en una época no muy anterior a la fundación de Ciudad Real por Alfonso X. En otro sentido, podríamos aventurar la fecha de la talla original por un vestido que donó Fernando III en su encuentro con Doña Berenguela en el Pozuelo (13) en 1242, aunque nuestra fuente desmiente tal hipótesis, ya que no fue hasta el S. XIV cuando las imágenes comenzaron a vestirse y a usarse los mantos y velos postizos. Se cuenta que la imagen estuvo sentada en silla hasta el S.XVI, época en que fue levantada para poder así acoplarle los vestidos (14). En la actualidad, tan sólo podemos observar en ella como original la cabeza de la madre y la del niño y un deformado tronco de la primera al que se adhiere la vestimenta. Por otro lado, los brazos, desaparecidos, fueron reemplazados por mangas a las que se unen las manos. La perfección en la factura de la talla del niño nos hace pensar que fue totalmente reformada en el S. XIV, puesto que es en el Renacimiento cuando comienza a aparecer la figura del Niño Jesús desnuda. Sin embargo, la posición de su mano izquierda con la palma hacia arriba, plegada y recubierta por la madera original, dice el mismo Portuondo, “no ha podido tener antes de la reforma de la imagen la postura correspondiente a la actitud lógica y necesaria para sostener un libro ni un pájaro, sino que debió tener la misma que conserva, apropiada a mantener un globo...en segundo lugar que la posición de las piernas, es natural que haya conservado aunque haciendo desaparecer la madera tallada sobrante del vestido que en parte las cubría, es la de haber estado sentado el niño en la rodilla izquierda de la madre y ligeramente ladeado. A pesar de ser escasos los antecedentes, parece lo más cierto que la Virgen no corresponda al periodo de facciones inexpresivas, anterior al S. XII, sino al de transición entre los siglos XIII y XIV, más bien,... a principios del S.XIII”.

La cara de la Virgen denota ciertos rasgos arcaicos en la mitad superior, junto a otros más depurados en la inferior. En conjunto, su rostro ovalado y dulce ha sido sustancialmente reformado y mejorado por la pintura. Por último en lo referente a la cara del niño, gruesa e hinchada, también se advierten los retoques a los que pudo ser sometido, ganando así su rostro expresividad. La madre y el niño se sitúan dentro de un camarín enmarcado por un arco carpanel y en el exiguo marco encontramos unos ángeles de los que tan sólo podemos apreciar la cabeza y sus alas, muy del gusto todo ello del barroco más delicado. Sobre la cabeza de la Virgen y encima del arco está el Espíritu Santo en forma de paloma. Por delante y a los pies de la imagen tenemos un balcón, que se extiende por las calles tercera, cuarta y quinta, rematado por una decoración en dorado de formas vegetales forjadas con plataformas de sustento para las velas.


La Adoración de los Reyes Magos presenta como tema principal la Sagrada Familia, cuyo centro de nuevo es la Virgen que bajo la mirada atenta de San José ha puesto sobre su rodilla izquierda a Jesús y sus manos robustas le ayudan a mantenerse erguido. Los Reyes Magos presentan rostros individualizados en contraposición con los rasgos sencillos de la Virgen y San José. La Sagrada Familia destaca sobre una pared oscura que se abre en un arco escarzano. En el mismo plano se encuentran los Reyes Magos ataviados con lujosos trajes y capas de gusto oriental y un paje de reducidas proporciones sostiene la capa del rey que venera a Jesús con los brazos devotamente cruzados sobre su pecho. El mundo exterior se circunscribe a una faja oscura en la que percibimos una vegetación y formas indefinidas, tras las que se advierte un cielo sumergido en una penumbra que comienza a ser arrojada por la. claridad de la aurora. Sin embargo, una luz inexplicable hace resaltar los rostros de las figuras a excepción de la de Baltasar que destaca por sus tonos negros azulados y sus labios rojos. Los numerosos pliegues del ropaje imponen un encantamiento sinuoso y fastuoso que tiene como contrapartida la desnudez angelical del Niño Jesús. Los volúmenes están definidos con firmeza y aunque se dan muchas tonalidades amortiguadas, el cromatismo permanece en equilibrio y por ello la contemplación de la escena nos trasmite un cierto gozo.

Al igual que en el primer cuerpo, sobre las esculturas de los apóstoles se sitúan otras tablillas, pero en esta ocasión representan a Santa Inés, Santa Catalina, Santa Bárbara y Santa Lucía, las cuales, a excepción de Santa Bárbara, portan sendas palmas, disponiéndose todas ellas en el orden anteriormente referido y no en el que apunta Hermenegildo Gómez Moreno(15), pues la iconografía empleada no deja lugar a dudas. Así, Santa Inés se nos aparece con un corderito, como también sucede en los cuadros de Alonso Cano y Zurbarán; Santa Catalina sostiene la palma y la rueda que alude directamente a su martirio; sus brazos son desmesurados como sucede en un gran número de figuras del retablo. Santa Bárbara sostiene con sus anchas manos la torre a la que añadió una tercera para así simbolizar las personas de la Trinidad y Santa Lucía sostiene una copa con los ojos; error típico de los artistas que con cierta frecuencia han confundido a esta santa con la beata Lucía la Casta. Finalmente hacemos notar que las cuatro imágenes en relieve miran hacia la calle central, en esta ocasión hacia el camarín de la Virgen.

Sobre los ábacos de los capiteles jónicos se asienta el arquitrabe que a su vez sustenta un friso de una decoración más profusa que la del primer cuerpo consistente en una sucesión de ondas vegetales a las que se añaden dos ángeles en los ejes centrales en las calles segunda y sexta. Sobre el filete superior que limita el friso se da una decoración de ovos y tras la cornisa aparece el tercer cuerpo.

El tercer cuerpo de orden corintio es el único que cuenta con tres grandes relieves, ya que el primero y el segundo en la calle central lo ocupan el sillón de Uclés y la Virgen del Prado respectivamente. En la segunda calle contemplamos la escena de la Presentación del Niño Jesús en el Templo. En un primer plano el soporte sólido de la mesa, en la que Simeón toma al Niño y dirige en un movimiento ascensional la mirada, ocupa la atención principal del tema; alrededor se encuentra María y José se oculta tras ella. A la derecha, la profetisa Ana en primer plano y dos sacerdotes detrás. Es una composición horizontal que reparte hábilmente los impulsos y pesos. Sus personajes ocupan las tres cuartas partes de la talla. La obra es meticulosa y laboriosa aunque el conjunto carece de emotividad. Toda la escena se desarrolla en el interior del templo que tiene como únicos elementos referenciales dos columnas sobre un fondo oscuro. El gran sacerdote encarna una grave dignidad; su gesto es solemne pero no enfático. El ceremonial del momento se ve realzado por la luz. Todo se halla en penumbra salvo el grupo principal y muy especialmente Simeón y el Niño Jesús.

En la calle central se encuentra la Coronación de la Virgen por la Santísima Trinidad. La talla adopta unos caracteres clásicos y se inspira en la composición del mismo nombre de Velázquez, a la que trata de emular en sus aspectos de claridad y simetría al afirmarse en esquemas geométricos. Los tres personajes se inscriben en una elipse en cuyo interior la figura de la Virgen se adapta a un rombo. A ésta la contemplamos de frente mientras que Dios Padre aparece de tres cuartos y Jesús de medio perfil, pero las miradas de ambos convergen en ella, así como sus manos que sostienen la corona. El visionarismo de Velázquez tan decisivo para abordar este mundo sobrenatural, no se da en Giraldo de Merlo, cuyo mundo celestial compacto y sólido dista mucho del sutil hechizo del maestro de maestros. La ingravidez, la trasparencia y la luminiscencia de la Gloria se nos muestran ampliamente mermadas. Las nubes parecen estar constituidas por materia sólida y los cuerpos de la Trinidad, la Virgen e incluso los ángeles reposan en superficies compactas que sostienen su enorme peso.

Los mundos celestes y terrestres no están separados en la talla de la Virgen cuando impone la casulla a San Ildefonso. Situado a la izquierda, el santo tiene las rodillas hincadas en el suelo mientras que la Virgen se encuentra sentada sobre unas voluminosas nubes que descienden con sus ángeles hasta un punto en el que los dos mundos entran en contacto. La Virgen y los Ángeles que la acompañan nos ofrecen sus facciones nobles y no sólo la claridad de sus rostros mofletudos los singulariza, sino que destacan sobre el oscuro fondo de la escena. El rostro de San Ildefonso se muestra descarnado, anguloso, consumido por el éxtasis y su perfil queda claramente dibujado sobre la casulla oscura que la Virgen le impone ayudada por dos ángeles alados al gusto de Montañés.

La serie de tallas de bulto redondo se inicia en este cuerpo con la de Santo Tomás ”el incrédulo” al que la tradición ha representado con una vara terminada en hoja afilada a modo de lanza tosca, simulando el modelo de Longinos y un libro en su otra mano. San Judas Tadeo, predicador por las tierras de Siria, Mesopotamia y Arabia, en actitud vigorosa, alza la mirada al tiempo que blande un hacha con su mano izquierda. Su ropaje parece plegarse al cuerpo sin dibujar apenas arrugas y nos ofrece un físico corpulento reforzado por las facciones viriles de su cara. En la otra mano, como Santo Tomás, sostiene las Sagradas Escrituras. San Simón con la cabeza flexionada hacia la calle central porta una especie de cetro dorado y las Sagradas Escrituras que difundió por Mesopotamia. Finalmente, el apóstol mártir Santiago el Menor, con una mano sobre su pecho y en la otra la Palabra de Dios, dirige la mirada, como los demás de la calle séptima, levemente hacia su izquierda (l6).

Sobre los apóstoles mencionados, los fundadores de las órdenes religiosas, representados en menudas tablillas, componen el homenaje del clero regular a la Virgen y junto a ellos los doctores, las santas, los apóstoles, los ángeles y la Trinidad completan y expresan la devoción de la Iglesia por la Virgen en el retablo de Nuestra Señora.

Las tablas, de izquierda a derecha, se presentan en el siguiente orden: San Benito de Nursia que porta un objeto difícil de determinar, si bien se le suele representar con el manuscrito de la regla que él mismo concibió. E1 fundador del Císter, San Bernardo, porta un libro y una rama. San Francisco de Asís adopta, descapuchado, actitudes de predicador y Santo Domingo, cubierta su cabeza por la teja la orienta como es habitual en la disposición de las piezas del retablo hacia la calle central, en su caso, hacia el relieve de 1a Coronación de la Virgen.

Un friso tan sobrecargado como el mencionado corre por encima del arquitrabe del tercer cuerpo y deja paso a una banda de dentellones y a otra de tacos rectangulares entre los que se intercalan unos adornos a modo de rosetas.

Entre las tallas desaparecidas de San Marcos y San Lucas del cuarto cuerpo ha permanecido incólume un medallón que contiene en su centro la imagen de San Miguel Arcángel y a sus lados en el remate superior las virtudes cardinales de la Prudencia y la Justicia entre las que despunta una aguja. En una composición simétrica ambas virtudes mantienen sus brazos izados y San Miguel agita su cuerpo y su indumentaria en gesto escénico.

La calle sexta acoge al otro medallón en el que observamos al Ángel Custodio de la Ciudad con las virtudes cardinales de la Fortaleza y la Templanza. Al igual que el otro medallón éste culmina en una aguja. De ellas dos, está perfectamente caracterizada la Fortaleza que sostiene un voluminoso tronco o columna, mientras que la Templanza permanece en actitud de reposo.



La espiga del retablo la constituye el Cristo Crucificado que se halla inserto en una superficie rectangular enmarcada por dos columnas de orden compuesto y en la parte superior, sobre la cornisa, se emplaza un medallón con la figura en relieve de Dios Padre. A ambos lados las virtudes teologales de la Fe y la Esperanza asentadas sobre sendas molduras y sobre el medallón encontramos la Caridad representada por una bella mujer con un niño en los brazos y otro descansando en sus rodillas. La Cruz se levanta ante un fondo que el paso de los siglos ha oscurecido más de lo que estaba en sus inicios. La soledad del crucificado es patente ante la muerte, a pesar de las figuras de la Virgen y San Juan Evangelista que hasta la guerra civil se hallaban a sus lados, por un Gólgota sombrío e insondable. El cuerpo marfileño del Cristo se presenta sin la menor torsión y sin traza de los sufrimientos que conlleva tal suplicio. La herida en el costado, los hilos de sangre que de la misma brotan, así como los que emanan de los pies y las manos clavados, no hacen olvidar el aspecto fríamente académico de ese desnudo cuya armoniosa construcción podemos ciertamente notar pero que carece de emoción. No se ha recurrido a la deformación expresionista. El enflaquecimiento desnudo ora gris, ora pardo, nos hace sentir el peso doloroso que la crucifixión infringe a la musculatura de los brazos y del torso al tiempo que ahueca el vientre y retuerce el trapo liado a la cintura. Estos elementos una y mil veces repetidos en el tratamiento del tema tenían sin duda un mayor impacto en el original destruido.


Documentación complementaria del retablo


1. Liquidación de las cuentas del retablo. Protocolo de Juan Arias Ortega.

Por el precio del retablo.................................. III qos DCCCCXXXVII D ms.
Lo que han recibido los
dichos Cristóbal Ruiz y
Pedro Ruiz es lo siguiente:
Primeramente por carta
de pago que se otorgó
ante Leonardo del Valle,
escribano del número
desta ciudad ,en 28 de
febrero de mil y seiscientos
y catorce, cinco mil reales.............................V U reales.
Por cinco cartas de pago,
estas después de la. dicha, 11.121 reales,
en esta manera: por una 1.550,
por otra 3.163, por otra 1.700 reales,
por otra 500 reales, por otra 708 reales,
que todas hacen los dichos 11.121 reales..... XI U CXXI reales.
Todas las cuales dichas cartas de pago
el dicho Geraldo de Merlo dio y
entregó a los dichos Cristóbal
Ruiz y Pedro Ruiz
delvira y ellos las recibieron.




I ten recibieron del dicho
Geraldo de Merlo 250
reales y treinta y tres
por esta presente como
costo por cuenta del
oro................................................................. CCXCIII reales.
Por manera que lo que han
recibido en dinero a esta
cuenta monta 16.414 reales..........................XVI U CCCCXIIII reales.
Por estar a cargo de los
dichos Cristóbal Ruiz
delvira y Pedro Ruiz delvíra,
como dicho es, la cuarta
parte del dicho retablo y
les toca la cuarta parte de
los gastos del, se declaran
en la forma siguiente:
Primeramente 23.000 reales
de lo que costó
madera y gradas, conforme
a escritura por la
que se obligó y se declara.............................. XXIII U reales.
I ten que se dieron a Juan
Diaz, albañir 900 reales
de las bóvedas y asiento
de gradas y pedestal....................................... DCCCC reales.
Del material de yeso,
ladrillo y piedra de lo dicho 909 reales.............DCCCCIX reales.
I ten que se pagó a los oficiales
de Granada 1.050 reales................................. I U L reales.
A maestro Francisco Cantero
del pedestal y de la costa
de la piedra y postes 2.334 reales..........................II U CCCXXXIV.
Del asiento del retablo como
consta por cuenta del
hermano del escultor
Geraldo de Merlo 3.519 reales........................... III U DXIX reales.
Que montan 31.712 reales..........................................XXXII U DCCXII reales.
La cuarta parte deste costo
y gasto monta 7.928 reales.........................................VII U DCCCCXXIII reales.
Lo recibido en dinero 16.414 reales............................XVI U CCCCXIV reales.
Que todo monta 24.342 reales....................................XXIV U CCCXXXXII reales.
Por manera que la cuarta
parte del pintado de todo
el dicho retablo monta 984.375 maravedis.
De lo que se quita y baja
los dichos 24.342 reales
recibidos y descontados
que montan 827.628 mrs............................................DCCCXXVII U DCXXVIII mrs.
Por manera que se le restan
debiendo a los dichos Pedro y Cristóbal
Ruiz delvira 156.747 mrs...........................................CLVI U DCCXXXXVII mrs.
De los cuales se descuentan
y bajan 54.747 mrs.
que los dichos Cristóbal y Pedro
Ruiz delvira han
de cobrar de Diego del
Aguila depositario del
pósito de esta ciudad por
libranza del dicho Geraldo de Merlo
y lo daban y dieron por recibido del
susodicho de contado del dicho..............................LIV U DCCXXXXVII.
Primeramente 23.000 reales
que el dicho licenciado
Rojas pago y montó
el gasto y corte y compra
de la madera y piedra
según escritura que
se otorgó la escritura del
concierto del dicho retablo..............................................XIII U reales.
I ten que pagó el dicho
licenciado Rojas por carta
de pago que dio y otorgó
ante Juan Arias Ortega
escribano público del
número desta ciudad, su
fecha en siete días de
Noviembre de 1612 años,
13.300 reales...................................................................XIII U CCC reales.
I ten otros 11.000 reales por
otras dos cartas de pago
ante Antonio Fernández
de Ureña escribano público
del número desta
dicha ciudad................................................................... XI U reales.
I ten, por otra partida
22.000 reales por carta de
pago ante el dicho Juan
Arias Ortega escribano.................................................XXII U reales.
I ten otros 400 reales por
otra carta de pago del
dicho Geraldo de Merlo.......................................................CCCC reales.
I ten por otra carta de pago
que dio Juan de Asten
dorador y pintor vecino
de Toledo, ante el dicho
Antonio Fernández Ureña
escribano, su fecha
en 26 de Abril de 1.615,
12.600 reales...........................................................XII U DC reales.
I ten otros mil reales que el
dicho licenciado Rojas
dio y pagó al dicho Juan
de Asten por carta de
pago suya.................................................................I U reales.
I ten que pagó a Pedro
Ruiz delvira y Cristóbal Ruiz
delvira en tres partidas
una de 1.550 reales,
otra de 3.163,
otra de 1.700 reales y más por
otra parte cien reales,
montando 6.513 reales............................................VI U DXIII reales.
I ten que pagó el dicho Lic.
Rojas 285 reales a Maestro
Francisco Cantero
por cuenta del pedestal
del dicho retablo.....................................................CCLXXXV reales.
I ten que pagó del alquiler
de la casa en que vivió
el dicho Juan de Asten
quince ducados hasta
San Juan de Junio de
1615 años son 165 reales........................................CLXV reales.
I ten que pagó el dicho Lic.
Rojas a Juan Diaz albañir
700 reales con que se
acabaron de pagar los
novecientos reales en
que se concerto..............................................................DCC reales.
I ten del material de cal y
yeso y ladrillo 874 reales.......................................DCCCLXIXIV reales.
Mas de arena 35 reales XXXV reales.
I ten once mil reales quel
dicho Geraldo de Merlo
recibió del censo que
redimió la ciudad...................................................XI U reales.
Por manera que suman y
montan todas las dichas
partidas 103.037 reales
en las quince repartidas
de suso................Monta........................................CIII U XXXVII.


Contrato de compra de los 126 pinos destinados a la construcción del retablo. Legajo 452 del archivo de la Merced.

“Digo yo Domingo Benito Cogedor de los propios del concejo de este de Treyllo que rescibi de mano de Julian Garcia Romero vecino de la ciudad de Ciudad Real (600 y 93) Seiscientos y Nobenta y tres reales quel susodicho debia a este concejo de este lugar (en Cuenca se encontraba Treyllo). De ciento y veintiseis pinos que se le bendieron en la dehesa de Cañizares por precio de medio ducado cada pino que montan los dichos(60 y 93) Seiscientos y Nobenta y tres reales y por ser ansi verdad que yo rescibir de mano de dicho Julian Garcia Romero y la dicha cantidad por no saber firmar se traiga a Domingo del Olmo persona que conoce las cosas del consejo del dicho lugar lo firman a mi ruego y ansi ante nuestro escribano para mas validación de que conste de como esta hecha la dicha paga lo firmaron Domingo del Olmo alcalde ordinario y Miguel de Solera regidor del dicho lugar y es fechado en el lugar del Treyllo yo a quince dias de Agosto de Mil y Seiscientos y Once Años.

Ante mi Domingo del Olmo ante mi a mi ruego Miguel de Solera.



Notas


(1) Archivo General de Indias. Relación de conquistadores y pobladores (1579-1607). México, 1064 nº 1.

(2) En 1566, Juan de Villaseca viaja a Yucatán en calidad de criado de Don Luis de Céspedes de Oviedo, y a partir de 1596 se cree que permaneció en el virreynato del Perú, al ser allí destinado el Marqués de Salinas. Su muerte acaeció en 1612, año en el que se concertaron las obras para el nuevo retablo.

(3) Documento 534.

(4) Es aceptable pensar en la posible influencia de Montañés en el boceto de retablo diseñado por Andrés de la Concha, habida cuenta de la gran influencia ejercida por Montañés en las Indias en el sentido que Angela Madrid y Medina la refiere en su separata de los Cuadernos de Estudios Manchegos, nº 15 de diciembre de 1984. Asimismo dicha influencia podría dejarse notar en la supervisión y aprobación por parte de Juan de Villaseca del boceto elaborado por Andrés de la Concha.

(5) Documento 452 de la iglesia de la Merced de Ciudad Real.

(6) Tras el texto del documento aparecen los nombres de Don Cristóbal Bermúdez, Alonso de Ureña Carrillo, el Licenciado Rojas de León, Giraldo de Merlo, Juan de Hasten. A continuación se citan las condiciones generales de este tipo de contratos y los nombres de los diferentes testigos que comparecen: Doctor Juan Fernández Delgado, Antonio de Fonseca, clérigo y presbítero y Andrés Gómez vecino de Ciudad Real. Sigue la firma del Escribano Juan Pérez Meléndez.


(7) Protocolo de Juan Díaz Ortega, libro de 1612.

(8) Libro del año 1616 del protocolo de Juan Arias Ortega.


(9) El 28 de febrero de 1614, percibieron la cantidad a cuenta de la obra de cinco mil reales. Sin embargo no se puede precisar la fecha exacta de su incorporación, ya que faltan los protocolos de Leonardo del Valle, de Antonio Fernández Ureña.

(10) Las escrituras que aluden a estos compromisos se encuentran todas ellas en el protocolo de 1616 de Juan Arias Ortega.

(11) Varios retablos en Almagro y en una ermita de los alrededores.

(12) Benito Portuondo nos refiere, en su Catalogo Monumental Artístico-Histórico de España en el apartado de Ciudad Real, la leyenda de la Virgen del Prado basada en los escritos del P. Fray Joaquín de la Jara, el cual, a su vez, recopila los escritos de Don Juan de Mendoza y Porras de 1587 y los del carmelita Fray Diego de Jesús María: ” Cuenta Mendoza que en el año 1013, yendo a Velilla de Aragón un caballero natural de aquella tierra, Ramón Floraz, privado del rey Don Sancho el Mayor de Navarra, se le hundió en el terreno una pata a su caballo junto a una fuente, a la que se había acercado a beber; que ensanchando con la daga el agujero el mismo Floraz descubrió una bóveda de un lado de la cual salían fragancia y resplandor maravillosos; y que hacia aquella parte recibió unas puertas las cuales abiertas dejaron ver la imagen que allí estaba oculta. Preténdese que fue antes de la invasión árabe venerada ya en Velilla con el título de Nuestra Señora de Tormos, Torneos o Tornos, según el carmelita Fray Miguel de San José (1644). Llevósela el caballero al rey Don Sancho el Mayor
(continúa Mendoza), a cuya muerte vino la imagen a poder de su hijo Don Fernando I de Castilla. Alfonso VI la llevó al cerco de Toledo, y por su intercesión..., dice el autor,”que, fue tan venturoso en la toma de Toledo”; y añade que habiendo sido vencido en”la vatalla que ovó con los moros junto a Badajoz”,(llanura de Zalaca), lo atribuyó a olvido de la imagen, por lo cual en 1088 envió a su capellán Marcelo Colino o Cocino, a recogerla en Toledo y que la llevase consigo, como lo hizo, y quizás por la intercesión de la Virgen tomó a Córdoba. Habiéndose detenido entretanto el Capellán en unos caseríos y lugar pequeño llamado el Pozuelo Seco, vecino de Alarcos, fue vivamente instalado por los vecinos para que la dejase allí; negóse el Capellán y siguió su camino; pero llegado a Caracuel echó de ver que la imagen había desaparecido de su caja ,y, averiguando el caso volvieron al Pozuelo, donde hallaron que milagrosamente se había trasladado por lo que allí se la fabricó la ermita origen de la catedral de hoy.”


(13) Poblamiento anterior a la fundación de Ciudad Real.

(14) Benito Portuondo recoge la leyenda por la que un tal Poblete fabricó una pequeña imagen, semejante a la primitiva y la llevó al Perú, reforzada la misma con los milagros y hechos sobrenaturales recopilados por el P. Fray Joaquín de la Jara.

(15) Hermenegildo Gómez Moreno en sus ”Notas-históricas alrededor de la imagen de la Santísima Virgen del Prado” da el siguiente orden:
calle I ª Santa Catalina, calle 3ª Santa Bárbara, calle 5ª Santa Inés, calle 7ª Santa Lucía.

(16) En este punto hemos seguido la identificación de Hermenegildo Gómez Moreno en sus Notas-históricas, si bien albergamos serias dudas al respecto, ya que el supuesto San Simón suele ser representado con un libro abierto, mientras que Santiago el Menor fue lapidado y con un palo de batanero decía: ”Señor perdónalos porque no saben lo que hacen”.


BIBLIOGRAFÍA



- Enriquez de Salamanca, Cayetano. ”Ciudad Real”. Ed. Everest B.IN.B. .

- Gómez Moreno, Hermenegildo. ”Notas-históricas alrededor de la imagen de la Santísima Virgen del Prado, Patrona de Ciudad Real”.

- Madrid y Medina, Ángela. ”Juan de Villaseca y el Retablo de la Catedral de Ciudad Real”. Separata de los cuadernos de Estudios Manchegos. Núm.15. Diciembre de 1984. Ciudad Real.

- Pérez Fernández, Francisco. ”Efemérides manchegas”, 4 de Enero de 16I2 (fecha a la que se refiere la efeméride al caso).

- Pons, Antonio. Notaciones del libro ”Viaje de España”. Tomo XV.

- Portuondo, Bernardo. ”Catálogo Monumental Artístico-Histórico de España. Provincia de Ciudad Real”. Madrid 1917.

- Quadrado, José María y De la Fuente, Vicente. ”Libro de España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia, Castilla la Nueva”.

- Ramírez de Arellano. ”Al Deredor Virgen del Prado, Patrona de Ciudad Real”.1914.

- Diccionario Enciclopédico de Ciudad Real.




MITOLOGÍA EN TORNO A PLUTÓN Y SUS LUNAS



El ser humano desde la antigüedad ha nombrado a los cuerpos celestes con sus mitos. Así, las sagas mitológicas han ocupado sectores del cielo con cierta coherencia. Los nombres de sus dioses, héroes y criaturas fabulosas han sobrevivido como constelaciones hasta nuestros días. Las leyendas de Orión y Escorpio; de Perseo, Andrómeda, Pegaso y Cefeo entre otras llenan los cielos del mismo modo que los planetas y otros cuerpos del sistema solar son un muestrario de los dioses grecorromanos que a su vez han dado lugar a los días de la semana en las lenguas que evolucionaron del latín. Al hilo de esta tradición era de esperar que fueran también bautizados los últimos astros descubiertos del sistema solar: Plutón en 1930 por Clyde Tombaugh, discípulo de Percival Lowell quien consagró una parte de su vida a la búsqueda del planeta X y en cuyo honor fue bautizado con las iniciales de su nombre y apellido respectivamente, Caronte en 1978 por James W. Christy y las nuevas lunas Nix e Hidra en 2005 en el curso de la preparación de la misión New Horizon que llegará a Plutón en 2015. Los nombres mitológicos aplicados a estos cuatro cuerpos celestes guardan una estricta relación entre sí en las diversas narraciones mitológicas.
Plutón (Hades en la mitología griega, hijo de Crono y Rea y hermano de Zeus) era el rey de los infiernos o del inframundo, un lugar circundado por los ríos Aqueronte y Estigio. Allí se dirigían las almas de los muertos para ser juzgadas y enviadas por sus buenas obras al frondoso Elíseo acariciado por la brisa embalsamada del Céfiro o por sus malas acciones al Tártaro , prisión fortificada por un triple muro y rodeada por el río de fuego Flagetón. El dios del inframundo, impulsado por un celibato impuesto por su fealdad, por la espantosa morada donde habitaba y por su mal carácter recurrió al violento rapto de Proserpina (Perséfone), la hija de Ceres (la diosa griega Deméter ). Cuando supo lo ocurrido, la diosa corrió rauda hasta la orilla del río Aqueronte para rogar por la liberación de su hija, pero nadie podía regresar de los infiernos si había comido allí. Sin embargo a Proserpina que había comido un grano de granada le fue permitido regresar a la tierra, aunque debía pasar con su raptor una tercera parte del año. Otra historia mitológica lo relaciona con Hércules (Heracles hijo de Zeus) quien hirió a Plutón en su intento por entrar en los infiernos, su herida fue tan grave que hubo de ser curada por Péan con un bálsamo tan mágico que hizo sanar rápidamente la herida. El dios romano de los infiernos era representado a menudo con una corona de ébano en alusión a la negrura de su tenebroso reino, presentaba un rostro descolorido con marcadas cejas y mirada amenazante, solía portar en su mano derecha un cetro y el casco, regalo que los cíclopes le dieron y le otorgaba el don de la invisibilidad.


Carón o Caronte es el viejo, feo, interesado y mal encarado barquero que transporta las almas si le pagan el óbolo del pasaje para conducirlas ante Mercurio ( el Hermes griego ) o golpea los cuerpos que aún no han recibido sepultura o a aquellos que no pueden pagarle. Este genio de la muerte conduce la barca pero son las almas quienes reman, tan sólo Hércules (Heracles) de camino a los infiernos fue capaz de hacerlo remar tras arrebatarle la percha y propinarle una severa paliza. Tras este episodio, Caronte fue encadenado durante un año por haber permitido la entrada a un ser vivo a los infiernos. En las pinturas etruscas es representado como un demonio con alas, una maza y unos cabellos poblados de serpientes.

Nix es la diosa de la noche y curiosamente la madre del barquero Caronte. Es hermana de las tinieblas infernales (el Erebo) y reside más allá del país del Atlas. En la teogonía de Hesiodo es hija de Caos y está asociada al sueño (Hipno), a la discordia (Éride), a la vejez (Geras), al sarcasmo (Momo) y a las hijas del crepúsculo vespertino (las Hespérides) entre otras nociones abstractas.


El grupo lo completa la Hidra de Lerna, hija de Tifón y Equidna. Fue criada por Hera bajo un plátano cerca de la fuente de Amimone y muerta por Hércules quien con su emponzoñada sangre envenenó sus flechas. Se la representa como una gigantesca serpiente policéfala que custodia la entrada al inframundo. El número de sus cabezas según autores oscilaba entre cinco y cien y se creía que la cabeza central era inmortal; sin embargo Hércules pudo cortarla y sepultarla bajo una roca.

Notas mitológicas publicadas en el libro de vv. aa. Nunca perder lección pp.157,159 y 185. Ediciones Santa María de Alarcos. Ciudad Real 2007. ISBN: 978-84-690-5511-3.

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